jueves, 16 de diciembre de 2010

Entrevistando (IV)

Toca cita semanal con Entrevistando, después de varias semanas sin ninguna. Sí, nunca entendí bien el concepto de semanal, razón por la cual mi revista no triunfó y no porque consistiera en dibujos míos hechos con rectas en distintas posiciones. Dejando de lado mi arte incomprendido y mi dislexia temporal, comencemos con una nueva entrevista. Esta vez se trata de Patricio Vélamán (los dos acentos son por su origen francés, por parte de hijo). No, no es el compañero de Bob Esponja, entrañable esponja (no como la mía, que me hace heridas). Es un señor que trabaja en los entierros. Da velas. Da velas en un entierro.

Yo: Buenas noches, señor. Espero no haber desordenado mucho su agenda.
Vélamán: (Me entrega una vela) Tenga.
Y: Gracias. ¿No gana usted para velas, eh? Jeje.
V: ¿Jeje? ¿Quién se ríe diciendo jeje?
Y: (Confundido) No le entiendo...
V: La gente ríe con 'jaja'.
Y: ¿Y yo cómo lo he hecho?
V: Usted ha dicho 'jeje'.
Y: Creo que se equivoca, señor.
V: No, revise lo que ha escrito y verá que pone 'jeje'.
Y: ¿Escrito? ¿Estamos hablando, no?
V: Bah, es igual. Continuemos. Soy un hombre ocupado y el tiempo que pierdo aquí lo podría emplear dando velas. 
Y: De acuerdo. Me alegro que lo hayamos solucionado. Hablando se entienden hasta los muertos, ¿eh? ¿Lo pilla? ¡Los muertos! Porque usted da velas en los entierros, jeje. 
V: (Susurrando) Hijo de puta.
Y: ¿Cómo?
V: Ya me ha oído. 
Y: Detecto cierta hostilidad... 
V: ¿Y qué espera? Está viendo que me cabrea que diga 'jeje' y usted vuelve a decir jeje. 
Y: ¡Que no! ¡Ha sido un 'jaja' claramente!
V: ¡¡PERO QUIERE MIRAR LO QUE ESCRIBE!!
Y: (Rompiendo a llorar) ¡No lo entiendo, estamos hablando! ¡Nadie está escribiendo nada! ¿Por qué me hace esto?
V: Va a apagar la vela y como la apague no respondo.
Y: ¿No responde? ¿Se acabará la entrevista? 
V: No, que no respondo de mis actos. 
Y: ¿Qué actos?
V: Los que puedo hacer si no respondo.
Y: ¿No responde? ¿Se acabará la entrevista? 
V: ¿Qué parentesco tienen sus padres entre sí?
Y: (Levantando la vela) Señor, aquí soy yo el que hace las preguntas. Aunque son primos. Lejanos, dentro de la proximidad de ser hermanos. 
V: ¿Primos o hermanos? 
Y: A ver, es complicado. Son hermanos pero de diferentes primos. ¿Entiende?
V: No.
Y: Es igual. Son muy felices. Todos lo somos. Prosigamos con la entrevista, si le parece. 
V: ...
Y: Aceptaré los tres puntos suspensivos como un sí. 
V: Cabronazo.
Y: ¡Hostilidad!
V: ¿Ahora sí que ve lo que escribe, no?
Y: ¿Cómo? ¿Quién escribe?
V: Arriba, que ha dicho lo de los tres puntos suspensivos.
Y: ¿Qué tres puntos suspensivos? ¿De qué habla?
V: Suba arriba en la entrevista.
Y: Señor, no sé volar.
V: ¡QUE LEA LO QUE HA ESCRITO!
Y: (Llorando de nuevo) ¡Pero que estamos los dos hablando! ¡Está usted loco!
V: Se lo copio, para que lo vea.
(Flashback)        Y: Aceptaré los tres puntos suspensivos como un sí. 
Y: ¿Qué tengo que ver?
V: Lo que le he copiado arriba. 
Y: ¿Dónde? 
V: Arriba. 
Y: No oigo nada.
V: Es que tiene que leer.
Y: (Alejándome poco a poco) Ah, sí... Bueno, creo que vamos a dejar aquí la entrevista, señor Vélamán...
V: ¿Cree que estoy loco, verdad?
Y: (Desde la lejanía) ¡Nooo! No, qué va. Es el repartidor de velas más cuerdo que conozco. Hasta la próxima, ¿eh? ¡Un placeeeer!


Entrevistas anteriores
Entrevistando

Lavabos

Una de las ventajas, a primera vista, de ser hombre, se da cuando entras en un lavabo. Esa tranquilidad que da no tener que sentarse en cualquier lavabo público es una de las razones por las que 9 de cada 10 hombres prefieren ser hombres (siempre hay algún descarriado antisistema). Pero esa virtud aparente desaparece rápidamente al entrar a ese santuario de las excreciones o meódromo, como lo llamaban nuestros antepasados romanos. 

Los lavabos masculinos podrían ser declarados, en cualquier instante, Patrimonio de la Humanidad por su diversidad biológica. De hecho, científicos de todo el mundo han dejado de buscar microorganismos en lugares perdidos de la mano de Dios para centrarse en sacar muestras de aseos ubicados en zonas públicas. Tenemos el testimonio de un reputado científico americano, llamado George Cientificoson, que confirmó lo arriba expuesto con unas escuetas declaraciones "en media hora en un lavabo de una universidad anónima y autónoma de Barcelona se descubrieron más bacterias que en 20 años de investigación". 

Esa es razón suficiente como para que los hombres miren de lejos la maldita tapa del váter. Mujeres del mundo, no os llevéis a engaño: los hombres no mean de pie por comodidad, sino porque nadie tiene cojones a sentarse. Si dejas una madalena en la tapa del váter, es probable que en 5 minutos, y sin entrar nadie, ya haya desaparecido, ingerida por microorganismos superinteligentes que juegan al Uno en sus ratos libres. 

Actualmente, Stephen Hawking ha dejado de mirar al espacio para encontrar agujeros negros. El futuro está en los lavabos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Nublado

Aspiraciones de grandeza que se quedan en suspiros. Secretos profundos sobre la vida que ésta decide no contar en el último momento. Pinchazos en el corazón que te acercan a esas revelaciones que, al final, no acabarás teniendo. Momentos de lucidez ocultos bajo la manta oscura de la mediocridad, fiel compañera de viaje. Deseos deseados hoy, olvidados mañana, retomados quizá la próxima semana, según el tiempo. Lluvia, sol. Nubes. Siempre nubes. Gris. Concentración perdida.

Quizá nunca la tuve. Quizá se quedó en las nubes. Qué sé yo, si estoy aquí jugando con la arena que son mis segundos, lanzándolos al aire. No volverán. Bajo la mirada y me veo aún cubierto de granos de tierra, puede que alguno menos que ayer, pero no suficiente como para espantarme. Los cambios graduales se camuflan realmente bien, dando la falsa sensación del no cambio. Rutina actuando de protagonista en 'El día de la marmota', engañándome. Engañándonos. Devolviendo en un cubo vació aquel montón de arena que lanzamos cada día. 

Back to the start.



lunes, 6 de diciembre de 2010

Foto

Puso la mano delante del objetivo de su cámara justo cuando ella se disponía a disparar. La analogía entre la pulsación del botón y apretar el gatillo nunca fue tan acertada como en su caso: como los viejos vaqueros del oeste, tenía todo un ritual antes de actuar, antes de plasmar en la eternidad aquello que en ese infinitamente pequeño momento estaba viendo a través de la lente. En ese instante, él había roto la intimidad entre ella y la imagen de la que ella estaba siempre hablando. Esa intimidad que nunca podría comprender. 

Aunque muriese por hacerlo.

No quiso interponerse de ninguna manera en esa liturgia, pero lo había hecho. Realmente no sabía por qué había actuado así, sólo había seguido un instinto repentino. Era gracioso porque él, más que nadie, pensaba y repensaba hasta el más mínimo detalle, la más mínima acción, la más pequeña de las palabras. Todo. Si no fuera porque los había estudiado, no sabría que realmente existían. Y aún así...

Ella.

Los instintos, seguir lo que uno cree en un determinado instante, por loco que sea, por increíble que parezca, podían tener asombrosos resultados. Ellos le habían llevado hasta allí. Hasta ella. Hasta esa fotografía que no se volvió a repetir, a pesar de que su mano bloqueó la eternidad. Carne de burro. Para los demás, sería una foto malograda. Para ellos, la prueba de que estuvieron allí. La prueba de que, detrás de todo, hay belleza.

Vida.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ventana

La ventana estaba cerrada. Hacía calor. Mucha calor. El ambiente estaba cargado, viciado, habitual. Propio. Se encontraba delante de ella, con su reflejo como triste figura que presidía el momento. Eterno. Notó cómo envejecía mientras los segundos se acumulaban en la basura, levantando la tapa en la que se sentaría mientras pensaba que debería comprar un cubo más grande.

Agachó la cabeza, aunque podría jurar que su yo menos opaco permanecía impasible, inmóvil, con la mirada perdida en el vacío, infinito, de su interior. El suelo que pisaban sus pies comenzó a presenciar un leve goteo, casi imperceptible. La leve humedad generada era rápidamente eliminada por esa habitación casi desértica, yerma en su interior, devastada, cálida por el día y con noches de frío extremo. 

Se encontró, de pronto, tumbado en la cama, con los ojos abiertos. Había perdido la noción del tiempo. En su cabeza sólo retumbaba una idea que golpeaba con dureza a las puertas de su aturdido cerebro.

Debía abrir la ventana.

Huyendo

Comenzó a correr. Su cabeza seguía bombeando a un ritmo superior al que su corazón impulsaba la sangre hacia todas sus extremidades. Los ojos, abiertos, no veían la carretera que se extendía, hacia el infinito, por delante de él. Sus ojos reproducían la película de sus recuerdos. Sus oídos no escuchaban su leve jadeo, las bambas levantando el polvo del suelo al pisar la calzada, los - pocos - coches que circulaban a esa hora, el despertar del día en el anochecer de su alma. No. Sus oídos escuchaban la voz. La suya, la única.

Corrió más, intentando zafarse de esa trampa que le habían tendido sus sentidos por enésima ocasión. El aire frío, casi gélido, golpeaba su cara con una velocidad proporcional a la que él mismo intentaba adquirir sin mirar atrás. Las bofetadas cargadas de oxígeno lo hacían despertar brevemente de su dulce pesadilla, olvidarse de esos demonios que todos tenemos con los tridentes afilados como el mejor de los cuchillos. Salvo que, claro, esas heridas no dejaban marca.

Desgraciadamente.

Las heridas en el cerebro quedan abiertas, sangrando recuerdos, hasta que este se apaga. Para siempre.

martes, 23 de noviembre de 2010

Brindis

Un brindis por esos días que comienzas pensando que todo va a salir bien y al final todo acaba convertido en una gran y hediente bola de mediocridad y decepción.

ATPC

lunes, 22 de noviembre de 2010

Entrevistando (III)

Aprovechando la entrada anterior, hoy entrevistamos a esa persona que siempre dice 'oooh' en los momentos románticos de las películas que vemos en el cine. Todos sabemos que existe, pero nunca conseguimos localizarlo. Por eso, esta entrevista se hace desde la sala de un cine anónimo de Calafell, el único que hay en el pueblo. 

Yo: Buenos días, señor...
SO: Llámeme Señor O, por Oh. 
Y: Entonces, ¿le gustaría permanecer en la oscuridad?
SO: Hombre, en el cine es complicado el tema de la luz.
Y: No, no. Lo digo por el tema del anonimato. 
SO: Ah... Oh. Sí. Siempre está el típico amargado que quiere hacerme daño. 
Y: Es un trabajo complicado, sí. ¿Recibe muchas amenazas?
SO: Oh, si yo le contara. Siempre que hay algún momento bonito y me expreso, como ciudadano libre que soy, noto que hay algunos que se giran buscándome. Por suerte el cine me ha proporcionado un sitio bien protegido de las miradas ajenas y donde nadie puede encontrarme. La fila 13 es realmente buena. 
Y: Ahá, anonimato. ¿Y cómo lo lleva su familia? Porque me imagino que usted tiene que cubrir todas las sesiones...
SO: Sí, sí, es duro.
Y: Eso es lo que dijo ella. 
SO: ¿Qué?
Y: Nada, nada. Siga. 
SO: Pues eso, que es un trabajo complicado. Por suerte es vocacional y ya mis antepasados se encargaban de ello en los teatros de la época. Es familiar.
Y: ¿Familiar?
SO: Exacto
Y: Como el resultado de dividir 4 entre 2.
SO: ¿Perdone?
Y: Un detalle sin importancia. Continue, por favor. 
SO: Lo que le decía: toda mi familia está involucrada. Mis hijos desde bien pequeños aprenden los rigores del trabajo. Por ejemplo, en vez de llorar diciendo "buah" dicen "oh-áh, oh-áh". Así cuando tienen tres o cuatro años ya pueden ir a otras sesiones. 
Y: ¿Y su mujer aquí presente?
SO: Ella tiene cada vez menos faena porque se especializó en las películas de cine mudo. Cuando llegaba un momento tierno, levantaba un folio Din A4 que ponía "Oooh". El efecto era menor. 
Y: Ya veo. Y, ¿cómo llevan el asunto del 3D?
SO: Uf, no me hable...
Y: Vale.
SO: ¿Qué?
Y: Que no le hablo. 
SO: ¿A quién?
Y: A usted.
SO: No lo entiendo. ¿No me está entrevistando?
Y: Sí.
SO: ¿Entonces?
Y: No. 
SO: Es usted un poco raro. ¿Ya come bien?
Y: No, la verdad es que no. Como y ceno pasta. 
SO: ¿Puedo tutearte? 
Y: Si no duele, sí.
SO: La primera vez es gratis. ¿Y cómo te sientes respecto a eso de comer pasta diariamente?
Y: Pues mal... Mal. Quiero comer cosas diferentes, ¿sabes? Quiero levantarme por las mañanas y no ver siempre el mismo tupper de mierda lleno de spaghettis o macarrones. ¡Quiero saborear cosas nuevas!
SO: Eh, eh, no llores. Estoy contigo, ¿vale?
Y: Echo de menos la comida de mi madre. Quiero volver a casa. ¡Odio esto!
SO: Bueno, bueno, no te pongas así. Vamos a dar por acabada la entrevista, porque no te encuentras en condiciones de seguir respondiendo, ¿vale?
Y: Bueno... Gracias... 
SO: Y vosotros, gritad conmigo: "¡ooooh!" ¡Hasta la semana que viene, artemaníacos!

(Suena música de fondo, las luces se apagan, salen los créditos)

Entrevistas anteriores
A un asesino || Entrevistando (I)
A un probador de colchones || Entrevistando (II)

domingo, 21 de noviembre de 2010

Probando

Voy a dejarme llevar. No tengo exactamente ninguna idea sobre lo que voy a escribir a continuación, así que te disculpo si abandonas la sala (o el sitio en el cual tu imaginación cree que te estoy explicando esto) antes de acabar la frase. O ahora. Es buen momento, corre. A partir de ahora ya no hay salida. Bueno, sí. Cuando quieras, ya sabes que esto es tan tuyo como mío. Quizá un poco más mío, pero tampoco es plan de entrar en tecnicismos ahora. 

Como te contaba, ando escaso de ideas. Además, esto de robar las ideas ajenas se ha vuelto más complicado desde que todo el mundo vio la película de 'La red social'. Sí, la película de Facebook. No voy a decir más que no quiero fastidiarte en caso de que no la hayas visto. En ese caso, no roban ideas en la película, es una cosa que me he inventado. Si la has visto, ya sabrás que roba la idea descaradamente. El tío es bueno, pero parte de una base de otra gente. 

En fin, si aún sigues aquí, gracias por la paciencia. Estoy en esos minutos que no sé bien qué quiero hacer. Quiero escribir, pero no sale nada con sentido. Tengo menos inspiración que la creadora de Harry Potter al comenzar su último libro. Menudo peñazo. Y ahora todo el mundo va a ver la película, puede que incluso tú también. Y es en dos partes, ojo, que cuando vayas a ver la segunda no sabrás ni quién era el protagonista, tendrán que poner cinco minutos de resumen como en las series. ¿Te imaginas? "Anteriormente en Harry Potter..." y comienzan a salir imágenes de cómo consigue la varita, sus primeros duelos con Voldemort (tazón de vida en catalán), su primer beso mientras la gente grita "oooh" (siempre hay alguien que grita "oooh" en los cines), sus 30 mejores momentos al borde de la muerte... Y después, ya sí, la película. Pero lo mejor ya habrá pasado. 

Gracias

A veces, sólo necesitas desconectar, cambiar de aires, mirar otras caras, escuchar otras voces, sentir otras reacciones, salir de un ambiente enrarecido para hacer limpieza, para poder volver a respirar allí. Aunque eso merme, poco a poco, tus ganas de volver al primer lugar, ese que tiene un asombroso imán con la sonrisa propia del que no puedes desengancharte hasta que, finalmente, escapas.

Para todos aquellos que me ayudan a escapar de su campo magnético, gracias.

Gracias.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Memoria

Se tumbó en la cama e intentó rememorar la escena. Acudió a su amiga de confianza, la memoria. La llamaba para sus adentros amiga porque le decía siempre lo que quería escuchar. ¿Quién quiere un amigo que te diga la verdad de las cosas? Se dispuso a oír lo que tenía que decirle. Cerró los ojos para escuchar mejor y comenzaron a fluir las palabras a través de las imágenes. Una imagen vale más que mil palabras, pero una imagen que no las evoque no tiene ningún valor. 

Le encantaba cómo su vieja compañera deformaba la realidad a su antojo. Sí, estaba seguro de que la escena había transcurrido así. No pensó, en ese instante, que la escena iba acabando a cada segundo que transcurría y que nunca más iba a revivirla tal como fue. Nadie vuelve de entre los muertos ni esperando tres días. Lo que estaba viendo, escuchando, sintiendo, era una cosa falsa, distante de lo que en realidad pasó, edulcorada. Fascinante. 

Se recreó en los mejores momentos. "Repítemelo de nuevo", susurró a su propio oído. Y ella - él -, lo - se - complacía. Al terminar, abrazó a su compañera de viaje, que vivía porque nunca quiso vivir sin ella. Vivía porque nunca quiso desprenderse de la dulce voz que narraba lo que él quiso que pasara y nunca pasó, la sonrisa que nunca existió como tal y la mirada cómplice que creó en sus recuerdos. Vivía porque nunca se planteó que viviría más sin revivir lo que vivió. 

Vivía porque nunca fue capaz de asumir que el único momento que existe es el mismo en el que respiras. 

Platea

Subía lentamente por las escaleras. Al llegar al rellano de su piso, sacó su llave. La había guardado en el mismo sitio que el día anterior. Costumbre disfrazada de comodidad. Abrió la puerta, ya sin mirar la cerradura. Atinó. Recorrió el pasillo - esa estancia que absorbía, mágicamente, la luz - y dejó las cosas en la mesa, de cualquier manera, sin prestar atención, sin ser consciente que, día tras día, las dejaba de la misma forma, en el mismo lugar. 

Cumplió con el ritual. Se quitó la chaqueta, los zapatos, se calzó sus zapatillas desgastadas, encendió las luces y bajó la persiana que dejaba, ligeramente, el paso a un sol que se resistía a ser excluído de la casa. La luz 'hospitalaria'- como él había definido en otras ocasiones haciendo referencia a la que poblaba los edificios que se resistía a pisar y jugando, irónicamente, con el verdadero significado de la palabra - inundó la estancia. 

Se sentó, buscando, brevemente, la posición adecuada. En ese mismo sitio pasaría las siguientes horas, en su tribuna fija, desde la cual observaba, sin palomitas, cómo el mundo iba cambiando, las noticias se sucedían, la gente se movía. A su vida le faltaba una dimensión que no podía arreglarse con unas simples gafas. 

Intrascendencia

Una de las pocas verdades universales es que el tiempo sigue siempre, de manera incesante, su camino. No importa qué pase en el mundo - en el tuyo o en el mío -, qué queremos que pase o la velocidad con la que desearíamos que transcurriera. El tiempo no escucha razones, ni las mejores. Cada segundo que dejamos atrás es un pequeño tesoro que cogemos con ambas manos, destrozamos y lanzamos a la papelera con desprecio en su mayoría. ¿Cuántos segundos aprovechamos realmente? ¿Cuántos hacemos que valgan la pena?

Supongo que aquí entra el juicio de cada uno. En el fútbol muchas veces se habla de tiempo útil. Ese tiempo en el que el balón está en el campo, activo, moviéndose, dejándose llevar por las voluntades de los jugadores. Cuando sale de banda, cuando hay una falta o cuando se pierde por la línea de fondo ya no hablamos de tiempo útil. ¿Dónde definimos las bandas de nuestra vida? ¿Dónde está la línea de cal que al traspasar hacemos que nuestro tiempo valga más o menos? ¿Por qué siento que mi campo sea tan pequeño, tanto que tengo la impresión de que no quepo en él?

Y, sobretodo, por qué tienes tú la maldita y bendita habilidad de poder repintarlo de nuevo y hacer que sus líneas se fundan con el horizonte cuando yo soy el propietario del terreno.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Mar

Estaba apoyado contra el balcón de la terraza que daba al mar. No lo veía, pero podía asegurar que tenía la mirada perdida en el azul casi hipnótico de esa agua calmada, tranquila, inquietantemente hermosa. Se acercó lentamente, por detrás, silenciosamente, y se colocó a su lado, con los codos apoyados en la barandilla, mirando al mismo mar que parecía nunca acabar.

- Tu olor... - comenzó él, sin mover la mirada.

No acabó la frase, pero lo entendió perfectamente. Sonrió. Ella también esbozó una leve sonrisa. Vistos desde ese mar vigilante, cualquiera hubiera podido testificar que eran las dos sonrisas más tristes que se habían presenciado en ese lugar mágico, mítico, cima romántica, principio pero no final.

No hubo más palabras. El subir y bajar de la marea presidió los siguientes minutos de recuerdos felices y no tan felices, de deseos enterrados y voluntades apagadas, de renunciar a la felicidad para poder ser feliz.

Un ligero destello, provocado por el agonizante sol que se resistía a abandonar el horizonte, a desaparecer, indicó la humedad en los ojos de él. Sin apartar de su rostro esa sonrisa apagada, se dio la vuelta sin mirarla y salió de la escena. Acto seguido, ella hizo lo propio.

Ambos tomaron caminos distintos.

Desitjos

Ho odio però no puc evitar estimar-ho amb totes les forces. Aquesta sensació, no sé com t'ho fas. Ho aconsegueixes de totes maneres. No vull que m'ho expliquis, perdria la màgia, aquesta màgia que crees amb el teu somriure o quan rius o quan em mires i fas aturar el món. Vull aprendre. Vull paralitzar també el teu món de la mateixa manera que fas tu amb el més mínim gest. Monopolitzes la meva ment, de forma quasi permanent i no tinc suficient valor com per treure't. Ni valor ni ganes.

I desitjo, no pots arribar a saber quant, poder fer-te sentir així.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Atrapado

Me despierto e intento destaparme de tu olor, mis recuerdos, los tuyos, algo raro que me abraza y no me deja salir de la cama. O quizá soy yo el que no quiere moverse y deseo quedarme atrapado, con tu imagen en mi cabeza, tu sonrisa grabada a fuego en algún rincón de mi subconsciente, atrincherada, puede que protegida por mí. No quiero que te vayas pero a la vez deseo con todas mis fuerzas levantarme.

Cógeme de la mano.

Lo haces. O eso quiero pensar. Tú, la que me mantenías allí, inmóvil, estático, me das la mano y me ayudas a ponerme en pie. No estás, pero noto tus dedos, tu piel cálida. ¿Por qué tienes las manos calientes y yo tan frías? Nunca lo he sabido. Quiero preguntártelo. ¿Dónde estás? Y, sin embargo, noto tus dedos y tu piel cálida de nuevo. Estás cerca, pero no aquí.

Wish you were here.

domingo, 15 de agosto de 2010

Correr

Me encanta. El olor de la mañana, de la naturaleza, del rocío. Todo en movimiento. Paisajes preciosos, descubrir zonas que no conocías, detalles que pasabas por alto y que ahora te parecen magníficos... Es genial, puro, placentero. Y la sensación, cuando el cuerpo por fin se relaja, es magnífica. Te sientes bien, mejor que nunca, vivo, en equilibrio. Y deseas que llegue la siguiente mañana para, de nuevo, volver a sentir las mismas grandes sensaciones y descubrir otras nuevas. Te das cuenta que lo que ayer te impresionó, hoy es diferente. Todo cambia, el mundo se mueve mientras tú te mueves en él.

Y me encanta.

viernes, 13 de agosto de 2010

Mañana

¡Sólo un día más! Quédate aquí. Mañana, seguro

miércoles, 28 de julio de 2010

Necesario

No soy amigo de las prohibiciones, de ninguna. Creo que cada uno es libre de hacer lo que quiera mientras eso no interfiera en la libertad de los demás. Pero, siendo sincero, soy menos amigo aún de aquellos que aplauden, vitorean y loan una tortura, sea del tipo que sea. Hoy en día tenemos espectáculos suficientes como para que nuestro entretenimiento tenga que depender de cómo un hombre tortura hasta la muerte a un animal.

El Parlament de Catalunya ha prohibido hoy las corridas de toros. A partir de 2012, no se podrá presenciar más este siniestro acto cultural en estas tierras. Y me alegro. A mí me daría vergüenza que cualquier persona en el mundo pudiera relacionar ser español con esta manifestación de violencia atroz, sin ninguna justificación más que la tradición. Ninguna tradición puede justificar hacer de un asesinato un espectáculo.

Y no, no somos hipócritas porque comamos carne. Como omnívoros que somos, necesitamos proteínas animales en nuestra alimentación. Además, dejando de lado el tema puramente científico, los animales son matados limpiamente, no se les tortura hasta la muerte ni se hace de su matanza un espectáculo para grandes y pequeños.

Hoy creo, sinceramente, que hemos dado un paso adelante. Y a los que les joda, ya saben

martes, 27 de julio de 2010

Crisis

El mundo está en crisis. ¿Sorpresa, eh? Apuesto a que no lo sabías ni habías oído hablar de la palabra 'crisis'. No pasa nada, estás en el mismo punto que Zapatero. Esta situación, que parece adversa para todos, tiene su parte positiva: ya tienes una salida para todas las conversaciones. ¿Recuerdas que siempre ha habido conversaciones que no sabías cerrar? ¿O temas de los que no tenías ni la más remota idea pero tenías que decir algo? Pues ahora todo se ha arreglado. Sólo tienes que decir las palabras clave "todo por culpa de la crisis". Veamos algunos ejemplos.

Ejemplo 1
Tu cuñado, ese ser habitualmente despreciable (con excepciones en algunas películas), tenía un negocio de venta de videos VHS, un gran negocio. Después de quedarse con la herencia familiar, decidió hace tres años que la mejor manera de renovar su negocio era con la venta de cassettes. Evidentemente, se fue a la mierda. Llega desconsolado a casa, dice que se ha arruinado y busca consuelo. Tú sabes lo que realmente pasó: tenía tanta visión de futuro como el hijo de Rappel y la Pitonisa Lola. Pero no quieres problemas. ¿Qué puedes decir?

- Joder, todo por culpa de la puta crisis. 

Ejemplo 2
Es San Valentín, el día que algún gurú de los negocios, y no tu cuñado, decidió que era ideal para poner fecha a los sentimientos. Ya sabes: tú quieres mucho a tu pareja el día 14 de febrero, los demás días no tienes por qué demostrarlo. Pero claro, se te olvida. Es normal, estás estresado por el trabajo - la cola del paro cada día exige más horas -, tu familia no te ayuda (la última vez que fuiste a pedir dinero te dijeron que eras adoptado), y tirar currículums cansa a cualquiera que lo haga, no a ti. Por todas estas razones, es normal que se te olvide que en este día tienes que querer a tu mujer. O como mínimo fingirlo. No tienes dinero para comprar nada porque te dejaste tus últimos euros en un alargador de penes que ni siquiera funciona. Así que te cuelas en el jardín de tu cuñado, y le robas la maceta. Total, le haces un favor. Nunca entendió que a las plantas no se les echa pienso. Llegas a casa, tu mujer ve el regalo y dice:

- Anda que te has currado el regalo, ¿eh?
- La crisis, cariño, la crisis. 

Ejemplo 3 (La venganza de los Sith)
Eres el director de una filial española de una multinacional, con más de 1000 empleados a tu cargo. Como un día se te encaprichó comprar un Ferrari de más de dos cientos mil euros, decidiste que ese era un buen momento para subirte el sueldo. Con un par de millones de euros al año no vive nadie, así que decidiste ponerte 5 millones, para redondear. A los pocos meses, llegan los jefazos de América y te dicen que están muy cabreados porque la empresa ha ganado 79 millones en vez de 80 en ese trimestre, y es intolerable. Tú aceptas la bronca, y buscas rápidamente la solución. Haces un ERE, echas a más de 200 mileuristas, mantienes tu sueldo y cuando te preguntan, respondes:

- Yo estoy atado de pies y manos, la culpa es de la crisis.


(Con este ejemplo damos por acabado el primer capítulo de "Cómo aprovecharte de la crisis". Volveremos y, si no lo hacemos, ya sabéis de quién es la culpa).

Atletismo

Querido tú, debo confesar algo que seguramente ya sabes: la mayoría de las veces cuando me pongo aquí delante no sé de qué voy a hablarte. Simplemente me siento y espero a que surja la conversación. Tampoco me cuesta mucho, hay muchos temas en el mundo y si hay algo que me encanta es hablar de las cosas sobre las que no tengo ni idea. Y como tú no pones mucho de tu parte, comenzaré hablando yo de nuevo. ¡Que sea la última vez!

Hoy me apetece hablarte sobre el Europeo de Atletismo que se está celebrando estos días en Barcelona. Seguro que si vives ahí, no podrás ni salir a la calle. "¡Vamos al Europeo, todos, venga!", "Llevaba esperando esto desde los 3 años, siempre he querido ver el lanzamiento de jabalina en directo", "No sé si quedarán aún entradas... Qué depresión". Al último, le digo que no se preocupe, que alguna entrada encontrará. Más difícil será que encuentre alguna persona en la grada.

Quitémonos las caretas. Sí, seamos sinceros. El atletismo profesional no le importa a casi nadie. Vale, habrá gente que lo vea, y hay gente que malvive de ello. Pero si tú vas por la calle y te encuentras al campeón europeo de lanzamiento de peso, lo máximo que le pedirás es que te diga a qué gimnasio va. Y ya ni hablo de las retransmisiones en televisión, en las cuales si el comentarista fuera mudo tendría la misma pasión que cuando habla. Él también se aburre, pero nunca nos lo dirá.

Y no entiendo la gente que va a verlo al estadio. Sí, puedes animar a los atletas durante los 5 segundos que les enfocan las cámaras. Como en la prueba de los 100 metros lisos. Vas al estadio a ver 10 segundos de espectáculo, y después para casa, a fardar del "yo estuve ahí, fue fantástico, vi cómo corría los 100 metros en 9,80". Te giras para hablar al de al lado y ya te has perdido media carrera. Y después de 10 segundos, 1 hora hasta llegar a casa. Pero con el deber cumplido. Ya tienes algo que contar a tus nietos.

En serio, si queréis perder el tiempo, mirad Telecinco. No juguéis con la ilusión de los atletas.

lunes, 26 de julio de 2010

Entrevistando (II)

(Después de la primera entrevista, en un gremio de asesinos, ahora llega otra más, por petición popular de mis otras personalidades)

Hoy vamos a entrevistar a un probador de colchones, ese trabajo que nadie quiere hacer pero que alguien tiene que hacer por el bien de nuestra columna vertebral y nuestro descanso.

Yo: Buenos días, señor Probador. ¿Señor? ¿Eh, está bien? ¡Una ambulancia!
Probador: ...¿Qué pasa? Joder, que estoy trabajando, déjame dormir. 
Yo: Perdón, vengo aquí por la entrevista que concertamos. Sé que es un hombre ocupado y trabaja mucho. Por cierto, ¿le importa ser la P?
Probador: ¿Qué P? ¿Me está insultando?
Yo: No, no, ni mucho menos. Mire a la izquierda. ¿Ve que antes de que hable yo pone 'yo'...
Probador: (...Puto egocéntrico...)
Yo: y antes de que hable usted pone Probador? Pues me gustaría que usted fuera la P y yo la Y.
Probador: Pero la P suele ser de Pregunta, ¿no? Podría llevar a confusión a la gente. Prefiero que me ponga la inicial de mi apellido, Pérez.
Y: Perfecto, como quiera usted. Comencemos con la entrevista entonces.
P: ¿Cómo está?
Y: No, no, las preguntas las hago yo.
P: No, porque yo soy la P.
Y: Pero P de Pérez, no de probador. Es igual, pondré PC, por Probador de Colchones.
PC: Usted sabrá, pero antes tendrá que meterme la contraseña.
Y: ¿Es una indirecta?
PC: Y le advierto que me puedo colgar, y me pondría azul.
Y: ¿Y qué hago entonces?
PC: Apriéteme fuerte el botón y en unos segundos estaré bien.
Y: ... Perfecto. Bueno, comencemos. ¿Es duro probar colchones?
PC: Depende del colchón.
Y: Ya veo, ¿cobra bien?
PC: Mi casa está llena de colchones. Yo vivo fuera porque no cabo.
Y: Quepo
PC: ¿Usted no era 'yo'?
Y: Sí, yo soy 'yo'. Pero quería decir que era quepo, no cabo.
PC: Es que yo no hice la mili, tenía la columna afectada.
Y: No, no lo decía por los militares, sino porque cabo no existe.
PC: ¿Cómo que no? ¿Y 'Salvar al cabo Ryan' no la ha visto?
Y: Era soldado, no cabo.
PC: ¿Pero usted no era quepo? ¡Me está liando! ¡Y mi trabajo ya es suficientemente estresante!
Y: A ver, tranquilícese, digo que era 'Salvar al soldado Ryan' y no al 'cabo Ryan'.
PC: ¿Y a mi qué me importa? ¿No está aquí para entrevistarme sobre mi profesión? ¡Documéntese un poco antes, por favor!
Y: ¿Sabe qué? Váyase a la mierda. Me rindo. 

Ideas

Las ideas, esas hijas ilegítimas de la inspiración, son tan o más esquivas que su madre. Y alguien que quiere escribir sin ideas es tan útil como un sacapuntas para Pilot. No están hechos el uno para el otro, directamente, aunque haya voluntad. Así que navego para encontrar alguna idea tonta, las únicas que tengo, sobre la que escribir. Mientras llego, tendrás que aguantarte, confesor anónimo o yo del futuro. Tampoco me debe quedar tanto, ¿no?

Como no quiero que te aburras, iremos hablando. ¿Te parece bien si empiezo yo? Vale. Siempre me ha sorprendido la facilidad con la que la gente llora a alguien ya muerto. No, no te pienses que soy un insensible, que yo lloré con Titanic. Lo que quiero decir es que hay gente que alaba y llora a gente que ni conocía. ¿Ejemplos? A ver... Toma este:

- Ha muerto Juan.
- ¿Qué Juan? ¿El panadero, el del horno, el de mantenimiento, el del quinto piso de la torre que queda al lado de tu vecina, el que trabajaba para la empresa del primo de tu padre o el veterinario de tu planta?
- No, Juan, el taxista.
- Ah, el taxista... (Rompe a llorar) Siempre se nos van los mejores, ¡joder!

¿Los mejores? Después de haber nombrado 6 juanes antes que el difunto, que posiblemente ni conocía, dice que siempre se van los mejores. Si llega a ser Juan el panadero no sé que habría pasado ya. Además, tengo que decirte que desde que era pequeño me ha asombrado mucho la utilización de la frase "siempre se nos van los mejores". Se ha convertido en un tópico ya. Como los toros con España, la tacañez (toma palabro, Scrabble) de los catalanes o la inutilidad de los políticos. No importa quién haya muerto, siempre era uno de los mejores. Me hubiera gustado estar en el entierro de Hitler a ver qué decían. "Pues era majo, ¿no?". 

¿Ideas? ¿Qué ideas? Ah, que estás esperando que te cuente lo de la idea. Bueno, otro día, que hoy ya estoy cansado. Quizá vuelvo con alguna. ¿Mismo lugar? Sí, lo de la hora ya no sé que decirte, porque me programo tan bien como Telecinco. Pero puede que me pase por aquí, sí. Ya hablaremos entonces. 

Sueños

¿Quién no tiene sueños? Vale, dejemos a la audiencia psicópata a un lado o, como diría Jesucristo, "bienaventurados sean aquellos que no sueñan". Sí, bienaventurados. ¿Que por qué? Porque se ahorran muchas horas de tonterías y especulaciones. Los sueños nos distraen, nos nublan. Ellos no sueñan, no tienen que despertarse al día siguiente con expresión confundida y pensar "Vale, ¿qué coño ha sido esto?".

Porque sí, es cierto que muchos sueños no los recordamos. Incluso los que recordamos se desvanecen pronto, como los que salen a correr una maratón en Sevilla en verano, pero hay algunos que se quedan. Y no se van los malditos. Ya les puedes echar cualquier disolvente que se te ocurra que seguirán ahí enquistados, jodiéndote la existencia. ¿Nunca te ha pasado? Quieres buscar la explicación hasta del sueño más tonto, ese que parece inocente pero que tú sabes que no, que guarda algo ahí detrás, en su baúl (de los recuerdos, oooh) y quieres descubrirlo. 

Y pobre de ti que lo hagas, porque entonces es peor. Entonces te das cuenta de lo que verdaderamente significaba ese sueño. Por ejemplo: si en tu sueño vas a comprar (sí, tengo sueños muy estúpidos) y te dan mal el cambio, significa que sueñas con robar. No lo digo yo, lo dice un estudio de la Universidad de Georgetown. Ahí estuvo Aznar, no pueden estar equivocados. 

Lo que quiero decir es que no tenemos que buscar la explicación a las paranoias extrañas que cruzan nuestra cabeza cada noche. Sí, no debemos hacerlo, porque de otra manera descubriremos lo que realmente queremos. ¿Y quién quiere saber qué quiere en la vida con lo divertido que es ir dando tumbos? Imagínate la situación: un día tienes un sueño raro, descubres su fondo, y te das cuenta que lo que realmente quieres en la vida es comprar una bolsa de Lacasitos. La compras, te la comes, ¿y ahora qué? ¿Qué harás con tu vida ahora que has conseguido tu sueño? 


Nada, nada. A los sueños, ni caso. Quién fuera psicópata...

lunes, 28 de junio de 2010

Asombrado

Hay personas que consiguen hacer de ellas el centro de tu cabeza. No puedes parar de pensar en ellas, recordar esos momentos que compartiste, rememorar palabras, gestos... Y no puedo parar de asombrarme. Sí, me asombra la capacidad que tiene para alegrarme el día apareciendo; me asombra cómo consigue hacerme el tío más feliz del mundo cuando consigo hacerla sonreír; me asombra cómo todo lo que hasta ese momento tenía en la cabeza, se difumina hasta desaparecer totalmente cuando veo esa sonrisa acompañada por esa mirada que tanto me gusta, que me pierde, me nubla, me hace volar; me asombra cómo el hecho de sólo verla me acelera el corazón y cómo cuando habla consigue silenciar todo lo que me rodea, prestando atención solamente a sus palabras.

Y asombrado que está uno, también me odio. Me odio por no ser capaz de hablar más con ella, de pasar más tiempo, incluso de perder las ideas cuando está delante, sin saber qué decir o hacer. Y, aún más, me odio por darme cuenta de todas estas cosas ahora, justo ahora, cuando ya no voy a verla durante un buen tiempo y en un momento en el que la he podido ver instantes, segundos, a todas luces insuficientes pero que se han quedado retenidos en mi memoria y no paran de torturarme y, a la vez, no quiero apartarlos, porque son de ella, con ella, con su mirada y su sonrisa. Y los quiero conmigo.

jueves, 17 de junio de 2010

33

Hacía mucho que la observaba. Conocía a la perfección sus movimientos, sus gestos, sus miradas. Su vida comenzaba y acababa en ella. Cada segundo, cada respiración, cada suspiro tenían su marca, su imagen. En su mirada se reflejaba el deseo de saber su nombre, sus deseos y anhelos, sus preocupaciones. Deseaba saber. Lo único que sabía del cierto era que cada tarde, a la misma hora y en el mismo banco, estaba treinta y tres minutos en ese mismo parque, siempre el mismo tiempo, siempre sus mismas miradas, sus gestos, sus movimientos. Era feliz con poco más de media hora al día viéndola.

Había dejado su trabajo, su familia, su vida. Su día se resumía en ir durante treinta y tres minutos al parque a verla. Nunca había reunido el valor suficiente como para acercarse, dado que alteraría ese bello lienzo, cambiaría la expresión de ese rostro que le había enamorado tiempo atrás. Hasta que se decidió: la tarde siguiente, se acercaría hasta ella, le preguntaría su nombre, su motivo para estar treinta y tres minutos y no más – ni menos – en ese mismo, eterno e infinito banco. Le preguntaría sobre la causa de esa mirada triste y lejana que apuntaba al horizonte. Ese día sería mañana.

Al día siguiente, llegó puntual a su cita con el destino. Ella ya estaba allí. Se acercó, lentamente pero con paso decidido. Nunca antes había estado tan nervioso. Su corazón parecía querer escapar por la boca, sus piernas temblaban pero no se detenían, casi como si una fuerza mayor le guiara. Sin mirarla, se sentó a su lado. Se empapó de su olor, de una fragancia que le evocaba recuerdos que no conseguía atinar. Notó como ella giraba la cabeza. Sus ojos, de un color azul casi transparente, lo inspeccionaban. Poco a poco, se dibujó una sonrisa en su rostro de color porcelanoso. Era la imagen más bella que él había visto nunca. Sintió una paz que lo invadió abruptamente, sin esperarla. Se le olvidaron sus preguntas, se le olvidaron sus motivos, se le olvidó todo. A partir de ese día, diría que nació esa tarde de marzo.

Después de unos segundos que se hicieron eternos, esa cálida sonrisa de ella diluyó todos sus miedos. Le devolvió la sonrisa, desnudó su corazón a quién ya hace tiempo que lo poseía, aunque no lo supiera. Comenzó a vivir de verdad, a apreciar el tiempo mientras lo odiaba por pasar tan extremadamente rápido. Empezó a sonreír. Pasó el mejor mes de su vida. Fue feliz, el más feliz del mundo. No podía más que desear que esos momentos duraran lo máximo posible, que ella estuviera allí hasta el fin de sus días.

Treinta y tres días después de conocerla, se marchó y nunca más la volvió a ver. Despertó en la mañana y su figura ya no estaba plasmada, como si de una huella se tratase, en la cama. Sólo le quedaba su olor, esa fragancia que nunca jamás podría olvidar, esa esencia que lo torturaría hasta sus últimos segundos de vida. Se levantó de la cama, pensando que sería algún tipo de broma o juego, para poco después dar paso a la más profunda desesperación. Ni una nota, ni una pista, ni una huella. Se marchó como si nunca antes hubiera estado.

Pasó el resto de su vida buscándola, poniendo anuncios, haciendo descripciones. Se arrepintió de no haberle hecho fotos. Viajó por todo el mundo, siguiendo cada pista que obtenía. Sólo una excepción: cada año iba el día en que hablaron por primera vez a su parque, a su banco, a la hora de siempre, durante treinta y tres minutos. Lo hizo hasta que murió, a los 66 años, llevándose con él su olor, sus miradas, su sonrisa cálida que le había enseñado a vivir. Murió exactamente 33 años después de que ella desapareciera. Treinta y tres años después de nacer de nuevo, esta vez de verdad. Ése fue el día en que su corazón dejó de latir por última vez, aunque su muerte se produjo el día en que no la vio en la cama al despertarse. Lo último que dijo es que volvería a vivir otra vez sesenta y seis años sólo para volverla a ver aunque fuera un único segundo.

Hace algo más de 30 años, una mujer caminaba por el parque. Se fijó en un chico, el chico, el mismo de siempre, el que iba siempre a la misma hora durante algo más de media hora al mismo banco. Hacía ya tiempo que lo veía, siempre con la mirada perdida en el horizonte y una cara vacía de vida. Para su sorpresa, llegó el día en el cual el chico se levantó y fue hacia otro banco. Se sentó y, al cabo de unos instantes, sonrió. Su rostro se llenó de vida y de color como por arte de magia. Una media hora más tarde, el hombre se levantó y se fue mientras, lentamente, su solitaria silueta se fusionaba con el horizonte.

Nunca más lo volvió a ver.

miércoles, 16 de junio de 2010

Vacío

Se levantó, como siempre, antes de que sonara el despertador. Entre la oscuridad, distinguió vagamente - lo máximo que le dejaba su miopía - los números fluorescentes del reloj. Las 4:33 de la madrugada. Acto seguido, miró hacia su derecha, como siempre hacía. La buscaba. De nuevo, no la encontró. Torció el gesto, se frotó los ojos y se incorporó. Comenzó a ver el mundo más claro cuando se puso las gafas, aunque tampoco había mucho que ver más que la tenue luz de las farolas que iluminaban la solitaria calle que pasaba por debajo de su piso.

Se vistió sin encender la luz para no despertar a Mob, su perro, pero, por enésima vez, no surtió efecto. El pastor alemán acudió a él, lamiéndole las aún desvestidas piernas sin demasiado entusiasmo y con los ojos entrecerrados. Se entretuvo unos instantes acariciando su suave pelo, mientras advirtió en el animal la misma mirada que veía cuando contemplaba un espejo. Esa mirada de pérdida, de tristeza absoluta, de vacío.

Después de dejar dormido a Mob, se puso las bambas y salió a correr. No echó a faltar la sudadera cuando el aire aún frío a esas horas le golpeó los pulmones y le estremeció hasta las entrañas. Se había hecho inmune al dolor. O quizá sería mejor decir que había aprendido a convivir con él. Aunque lo más adecuado sería decir que no lo notaba.

Ya no sentía nada.

Se dirigió, como siempre, al punto donde la había conocido. Hoy llegaba antes de tiempo y aún le sobraban 10 minutos cuando llegó a aquel banco que encaraba al mar, el lugar donde habían comenzado los mejores años de su vida y donde depositaba, día a día, las esperanzas de volver a retomar el timón de un barco que navegaba a la deriva. Le pedía fuerzas a ella, aún sabiendo que no la encontraría, aún sabiendo que ya nunca volvería a ver esa sonrisa que le cambió la vida, aún sabiendo que su felicidad había viajado a dónde quiera que estuviese ella, ya que siempre le había pertenecido.

Cayó de rodillas a la arena, como absorbido por una fuerza mayor, mientras las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas y caían a la arena aún dura de las mañanas. Apoyó sus dos manos en el suelo y bajó la cabeza, casi como rezando por volverla a ver un segundo más, una sola imagen de ella sonriendo, una mirada suya, un susurro al oído, un reflejo de su pelo. Mientras, se preguntaba si valía la pena una vida donde ella no estuviera. 

Aunque ya sabía la respuesta. Siempre la había sabido.

Evadiendo

Tener poco tiempo hace que quiera perderlo aún más. Seguramente a ti también te pasa: cuánto más tiempo tienes, menos cosas quieres hacer. Eso sí, el día que vas apurado te das cuenta que quieres hacer mil cosas y todas a la vez y, por supuesto, todas mal. Ni estudias, ni trabajas, ni hablas, ni escribes, ni nada de nada. Todo mal, todo con prisas, todo forzado. Sólo por quitarte esas ganas de hacer algo que sabes que no puedes hacer.

Porque al final todo se acaba resumiendo en lo mismo. Nos gusta lo prohibido, nos gusta hacer las cosas que no debemos hacer. ¿Que tenemos que estudiar para un examen? No pasa nada, me pongo a navegar un rato, después escribo, me pongo a leer o incluso me recreo más en hacer la comida. ¡O incluso limpiar! Debo admitir que sólo en los momentos de más pura desesperación temporal se me ocurre limpiar como método de evadir mis responsabilidades para con los estudios. Pero lo he hecho, ¡y lo volvería a hacer!

De hecho, estoy perdiendo el tiempo aquí. Aunque prefiero pensar que es una pequeña inversión por si algún día algún jeque se vuelve loco y me lo edita. ¡Qué lujo sería ir en tren y ver a alguien leyendo mi libro! Iría con gafas de sol, claro, para no ser reconocido, que hay mucho loco suelto. Pero ya me veo en la contraportada, con esa típica cara de contraportada de "qué bueno soy" combinada con un "haz que piensas". Ya veo mi foto. Sólo falta el libro.

¡Verano, prepárate! ¡Vas a ver nacer mi primer libro y, con suerte, el último!

domingo, 13 de junio de 2010

Magia

Las majestuosas vistas presidían la noche. La luz de la luna pasaba a un segundo plano, sin querer robarle protagonismo a la belleza casi mágica de la escena. Ella levantó la mirada levemente y se encontró con su mirada, atenta, cariñosa, enamorada. El cruce de miradas provocó en ambos una leve sonrisa, patrocinada por los nervios. Tanto él como ella estaban seguros de que su corazón podía escucharse en unas cuantas manzanas alrededor. Latía fuerte y rápido, demasiado rápido. ¿Sería normal?

Ella agachó la mirada, mientras su sonrisa no paraba de crecer. Se había puesto roja, estaba segura, y confiaba en que la intimidad lumínica de la noche se aliara con ella. Sin embargo, él se había dado cuenta, y su corazón se aceleró aún más, si eso fuera aún posible, y tuvo la sensación que, más que bombear sangre, su corazón quería escapar, quería encontrar a su homónimo y fundirse en uno. Retando a su corazón a aumentar más el ritmo, se acercó a ella hasta que sus caras prácticamente se acariciaban una a otra, con la ayuda de la brisa fresca que corría esa noche. Alzó su mano derecha hasta la barbilla de ella, y le levantó ligeramente la cara para volver a hacer coincidir las miradas.

"Ei", le dijo. Aunque su corazón no paraba de bombear sangre a un ritmo vertiginoso, su cerebro sólo pudo articular ese breve monosílabo. Tampoco la situación pedía más. Se concentró en la belleza de esa mirada pura, inocente, brillante, cautivadora. Ella movió, casi imperceptiblemente, sus labios, esos que formaban la sonrisa más bella que había visto jamás, y por un momento pensó que iba a decir algo. Pero calló. Bajó la mirada y se le escapó su leve - y maravillosa - risa que rompió el silencio que ejercía de anfitrión de la noche durante unos breves instantes.

Él sonrió, bajó la mirada y la abrazó. Por unos segundos, coordinaron sus respiraciones, que sonaban como una. Los dos notaban el cálido aliento del otro sobre los hombros. Los dos dejaron disipar sus temores en esos suspiros, expulsaron los miedos ayudándose del calor que desprendía la unión de sus cuerpos. Lo que anteriormente eran nervios, se iba tornando en decisión, seguridad, confianza y valor. Sin romper nunca el contacto corporal, los dos, al unísono, como si alguien les hubiera avisado a la vez, separaron lentamente sus cabezas, se miraron durante unas décimas de segundo que parecieron eternas, y volvieron, también lentamente, a acercarse, mientras una fuerza mayor obligaba a sus párpados a cerrarse.

Después, la felicidad. 

Sunset

Las sensaciones nunca son fáciles de explicar. Parten ya de una premisa que podríamos llamar tramposa: todos somos diferentes, todos sentimos de manera diferente. Para más inri, no hay un estándar a la hora de adjetivar, lo que implica que lo que puede ser maravilloso para mí, sea normal para ti.

Miro esta imagen que acompaña a la entrada y me pierdo en ella, en sus detalles, en la calma de ese mar tranquilo, casi podríamos decir medio dormido esperando a que el sol acabe de irse. Pienso en esa barca, la que queda más difuminada por la distancia, y me pregunto si el hombre que aparece en ella será realmente consciente de la belleza de la imagen. No, estoy seguro de que no. Por regla general, no nos daríamos cuenta de la majestuosidad de una situación así hasta que alguien nos enseñara la instantánea de la misma. No sabemos aprovechar el momento. No vemos la belleza en aquello rutinario, aquello que vemos cada día, aquello que tenemos cerca.

También me fijo en ese pájaro que sobrevuela la escena, afortunado por poder presenciar algo así, por poder ver por encima de ese sol que, con la faena cumplida, se dispone a dar paso a la luna, ese almacén de sueños, deseos y esperanzas, esa luna a la que todos queremos mirar acompañados de la persona a la que más queremos, disfrutando ese sobrio brillo que desprende, esa belleza fría, distante, objetiva. Pura, al fin y al cabo.

Y me pregunto dónde estará un sitio así. Y, aún más, si podré verlo contigo.

sábado, 12 de junio de 2010

Inadjetivable

Entrevistando

 Dando mi habitual paseo matutino (que no Matutano) por Facebook, descubro un grupo que me arranca una sonrisa: "Asesinar a alguien e ir actualizando su facebook para que nadie sospeche". Como ex-asesino retirado por problemas de rodilla desde los 18 meses de vida,  no puedo más que decir que es un plan brillante, pero que exige esfuerzo y dedicación. Ya no es como antes.

Las nuevas tecnologías están poniendo en peligro una profesión tan noble como antigua como es la de asesino. Esta gente se gana el pan matando a la gente, una profesión tan digna como cualquier otra, pero ahora se encuentran con inventos como Facebook o Twitter que les obliga a modificar sus hábitos. Fui al sindicato de asesinos el otro día, a interesarme por su situación, y su líder, que no quiso que pusiera aquí su nombre por algún problema con la policía, me concedió esta entrevista:

Yo: Hola, buenos días.

Asesino: Buenos días tenga usted también.

Y: No, no, por favor, túteame, de ex-asesino a asesino. Por cierto, ¿debería preocuparme por el cuchillo con el que me apunta?

A: No hombre no, es un rito de bienvenida. En todo caso deberías preocuparte por saber cuál es el de despedida.

Y: Bueno, comencemos con el tema. ¿Cuál es la situación del gremio en estos momentos? ¿Es tan dura como parece?

A: La cosa está muy mal, muy mal. Echo de menos los tiempos de la Inquisición, en los que tenías trabajo asegurado, la gente por la calle te saludaba, eras respetado... Ahora no, con Zapatero las cosas están cambiando. Te miran mal, te denuncian, dicen que vayamos a la cárcel, ¡a la cárcel! Si sólo hacemos nuestro trabajo, tan digno como puede ser cualquier otro.

Y: ¿Y esto del Facebook, Twitter, Tuenti y otras redes está afectando?

A: Pues imagínate. Ahora tenemos un departamento de juaquers (nota del entrevistador: se refiere a hackers, piratas informáticos) sólo por si nuestras víctimas están en alguna red. Nosotros intentamos que no sea así, pero claro, eso va como va. Si tiene Facebook, por ejemplo, tenemos que conseguir su contraseña y seguir actualizándolo, que se vea que tiene vida. No es fácil.

Y: Mucho estrés, imagino.

A: Puedes contar. Desde el sindicato estamos pagando cada día decenas de terapias, porque los trabajadores están estresados. Esto antes no pasaba, repito. Ahora tenemos que asesinar y encima seguir presentes en las redes, para que nadie sospeche. Además, conlleva el problema de la personalidad de cada víctima.

Y: Claro, el típico problema de saber cómo escribe la gente.

A: Claro. Recuerdo una de las primeras veces que actualizamos un Facebook a una víctima, que pusimos en su estado "Disfrutando de la cálida brisa que proporciona este bonito atardecer" y, a los cinco minutos, se nos llenó de comentarios. Había uno que decía "MiRahhH NEN, meJoRR k esTeS MuerTOh poRQuEh paRa EsCriVVIr asi TIenEshhHhHHHhhhhhH K HaverTe mEtIDOh alGO MUYH GorDoO", otro que decía "Te kitoH del Feisbush, FLiPao, eScriTor de MieRDAJH". Nos dimos cuenta que algo no encajaba, que habíamos hecho algo mal.

Y: ¿Y cómo lo solucionasteis?

A: Pues contestamos "Sí, me han matado. Os quiero. ¡Besos!". Ya no había vuelta atrás. Ahora tenemos un departamento de información, que compartimos con Sálvame, que nos ayuda a buscar en el pasado de la gente para no repetir errores.

Y: Y no será gratis...

A: No, nos sale muy caro. Asesinar nunca ha sido un gran negocio, los que estamos aquí lo hacemos porque nos gusta, nacimos con esta vocación. Pero ahora no es rentable ya, de ninguna manera. Tenemos que hipotecar nuestras casas para poder seguir trabajando. La situación es crítica.

Y: Ya lo veo, ¿algún último comentario?

A: Sólo pedir algo de conciencia social a la gente. Nosotros somos necesarios en este mundo, ejercemos un trabajo antiguo, que era muy respetado. No queremos hacer daño a nadie, sólo queremos trabajar y poder vivir con nuestra familia.

Y: Gracias, perdóname si me emociono, ha sido una entrevista muy dura.

A: Y lo que te queda ahora, que tienes que salir de aquí. ¡Chicos, venid aquí, hay faena!


(Cómo salí de allí no interesa a nadie, por eso no lo pongo).


viernes, 11 de junio de 2010

Imágenes

La inspiración puede venir por muy diversos caminos. Es una diosa caprichosa, que se esconde y que nunca se deja encontrar. Ella es la que te encuentra a ti. Es la que rompe mi muro de ateísmo, la que me hace creer, en ocasiones, que hay algo más, que hay cosas que simplemente se salen del canon de la naturaleza, cosas que no son normales, no pueden serlo, demasiado perfectas, incorruptas, inocentes, como si no pertenecieran realmente a este mundo, que se erigen entre la imperfección dominante y destacan, por unas cosas o por otras, entre todas los demás.

La inspiración más potente puede venir por una simple foto. Te proponía en la anterior entrada que, como parte esencial del blog que eres, también colaboraras enviando algún enlace de alguna imagen que hubieras visto por la red y te hubiera gustado. Mientras la envías, pienso en alguna foto que realmente ejerce como una especie de fuente de inspiración, de deseo de escribir y de plasmar mis sentimientos en este horrible y amado blanco al que me enfrento cada vez que intento crear alguna entrada nueva.

Pero cuando tienes una imagen tan vívida en la cabeza, el blanco deja de ser un problema. Tus dedos se mueven solos, como si fueras una máquina. Comienzas a escribir sin darte cuenta, tus manos se van moviendo vertiginosamente, intentando seguir el ritmo frenético al que tu cabeza las somete. Sonrisas radiantes, llenas de felicidad, de esas que desearías con todas tus fuerzas verlas a cada segundo, de esas que podrían convertir la noche más cerrada en uno de esos días de verano con el cielo azul intenso, sin ninguna nube en el horizonte y con el sol tan grande que parece que vaya a bajar a la tierra. Seguramente fuera esa su intención, bajar y ver más de cerca esa felicidad, esa mirada cálida, despreocupada, feliz, sencillamente fascinante, y hacerla brillar más aún.

Habrás oído decir cientos de veces que una imagen vale más que mil palabras. Hay imágenes a las cuales, ni con más de 1000 palabras, se les hace justicia. Hay imágenes que, sencillamente, parecen de otro lugar, mucho más perfecto que este en el que vivimos tú y yo, un sitio imperfecto, lleno de tristeza, desesperanza, odios y envidias, lo mismo da. Pero viendo algunas instantáneas, logras olvidarte por completo de la imperfección imperante y piensas, ni que sea mientras la miras, que quizá el mundo no esté tan mal si ella puede tener esa sonrisa, esa mirada, y esa luz, incorruptibles, inconfundibles. Inspiradoras.

Propuesta

Me gustaría hacerte una propuesta. Como este blog es tan mío como tuyo (por la simple razón de que sin ti no existiría), quiero que participes de forma más activa. Pensando en qué hacer con el blog, se me ha ocurrido una idea que quiero compartir contigo ya que, al fin y al cabo, somos como una sociedad. Mi idea es que tú, a través de los comentarios de la entrada más reciente, o de la que te dé más rabia, me pases un enlace de alguna imagen que hayas visto y te haya gustado, ya la hayas visto en Google, Facebook, Twitter o dónde sea. Sólo necesito el enlace a esa imagen. A partir de ahí, desarrollaré lo primero que me venga a la cabeza al ver esa imagen.

¿Te gusta la idea?

jueves, 10 de junio de 2010

Coches

 ¿Quién quiere un coche teniendo otros transportes? Vale que el coche te haga más independiente, llegues normalmente antes a todos los sitios y puedas ir a lugares donde, con otros transportes, no podrías ir. Vale, te lo acepto. Pero el coche también tiene importantes inconvenientes que hacen que yo, como mínimo, no me plantee la idea de comprar un coche a corto plazo. Ahora saltará alguien de la Sociedad del Coche (la SdC de toda la vida) e intentará callarme, pero no podrán coartar mi libertad. ¡Fascistas!

Porque sí, aunque no te lo creas, me gusta ir en tren. El tren es como esos chistes de "van un francés, un alemán, un inglés..." pero a lo grande. Va gente de todos los tipos (siempre y cuando cobren menos de 1200€ al mes, claro) y de todas las edades. Es, casi, un estudio sociológico de la clase media (o media baja) de la sociedad. Puedes fijarte siempre en alguien diferente y nunca te aburrirás, descubrirás en cada ocasión detalles nuevos que no habías notado. Siempre hay algo que hacer en el tren, acompañado de gente, en vez de la tristeza y la soledad del coche y la carretera.

Además, ¿qué me dices de esos cruces de miradas que se dan en el tren? Esos 'pequeños enamoramientos' con gente que ni conoces pero con la que mantienes un pulso de miradas que intentas mantener lo máximo posible, llegando a enamorarte, por segundos, de esa mirada fija y penetrante. En el coche, lo máximo que vas a ver es a la persona que esté en el peaje si decides pagar en manual, porque como se te ocurra fijar la mirada en algún otro coche pueden pasar dos cosas: que se crea que le estás retando a una carrera a muerte o que tengas un accidente (aunque, a decir verdad, en la primera opción va incluida la segunda).

Además, ya que has sacado el tema de los peajes, te diré que tener un coche aquí en Catalunya es un poco caro si no eres un apasionado de las curvas o si eres de vómito fácil. Hay peajes cada 100 metros en las autopistas, y se está extendiendo esta práctica. Sólo te diré que saliendo de mi casa, están montando uno. Ahora cada vez que salgamos por la puerta habrá que pagar. Yo me quejé amargamente diciendo "oye, ¡que sólo quiero salir de mi casa!" a lo que el hombre que había dentro me dijo "no haberte comprado un coche..." y yo "¡pero qué coche! ¡Que estoy saliendo por la puerta de casa!". Pero nada, no atendía a razones, así que tuve que salir por la nacional, lo que viene siendo tirarme por la ventana del primer piso, que es más seguro que el 99% de las nacionales del país.

Tampoco podemos olvidar lo que es la gasolina, que cada día está más cara. Esto se viene diciendo desde que yo era pequeño, así que supongo que antes la gasolina sería gratis, porque no para de subir desde hace 10 años. Conozco a gente que acaba vendiendo el coche para pagar la gasolina. "Si es que está todo mú mal" me dicen. Claro, al final se la acaban bebiendo y van corriendo al trabajo. El otro día me encontré a uno que estaba bebiendo gasolina y le dije "¿sale más rentable, no?" y me contestó "aquí donde me ves, gasto medio litro cada 100 kilómetros". Así sale a cuenta.

Y por último, quería hablar de los atascos. Los atascos sacan lo peor de cada uno. Ya hay libros especializados para cuando estás en un atasco, con best-sellers como "Cómo pitar bien" o "101 insultos útiles en un atasco". De hecho, en las apasionantes conexiones televisivas con la DGT ya ponen un +18 en una esquina de las barbaridades que se pueden llegar a oír. Iba caminando un día por la acera, al lado de un atasco (lo más normal, tener una acera y una autopista al salir de casa) y va el típico listo que me dice que "estás desaprovechando el carril rápido" a lo que respondí con una mirada de esas penetrantes y con los ojos entrecerrados. No porque me hubiera ofendido, sino porque me había dejado las lentillas en casa y no veía nada. Pero no me volvieron a molestar más.

Comienzo a creer en el poder de la miopía.

Insuficiencia

Blaise Pascal dijo una vez que "el corazón tiene razones que la razón desconoce". No sé bien bien como funciona el tema de las emociones, más allá de lo puramente científico: recibimos estímulos, los procesamos y ofrecemos una reacción a ellos casi inmediatamente (aunque a veces nos cueste más). También sé que esa sensación de tontería tan bonita (como mínimo desde dentro) que se tiene al estar enamorado, se debe en parte a la secreción de algunas hormonas en niveles diferentes a los que son usuales. El cerebro, ese gran olvidado cuando hablamos de amor, por tanto, es el gran encargado de esa sensación de 'amor', aunque los pinchazos los recibamos en el corazón.

Mi intención no es quitarle la magia al sentimiento, nada más faltaría. Quién soy yo, además, para decirte qué debes sentir o explicarte por qué sientes lo que sientes. Si la sensación de enamoramiento se debe únicamente a estímulos y reacciones químicas, realmente no quiero saberlo, mi concepción romántica del amor se iría al garete. Prefiero seguir siendo ingenuo, soñador, ignorante, 'atontado' si prefieres la palabra. Tiene que haber algo más que la pura y fría química en las relaciones humanas. No puede ser todo tan instintivo. Me niego a creerlo.

Hace tiempo, leí una definición fantástica en la RAE del término amor. Se me ocurrió buscarlo porque, no sé si tú podrás, pero a mí se me hace imposible definirlo, como con muchas otras sensaciones, aunque especialmente ésta. Te copio la definición:
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
 Me pareció, y lo sigue haciendo, una definición maravillosa, teniendo en cuenta que estamos hablando de intentar poner palabras a sensaciones humanas. Me encanta en especial el fragmento en cursiva "partiendo de su propia insuficiencia" seguido de "necesita", y me sorprende, entonces y ahora, que en un diccionario se apele a la necesidad del ser humano de encontrar otro semejante por necesidad sentimental y no reproductiva. Porque, mirándolo fijamente, no nos necesitamos más que para seguir manteniendo viva la especie. 

Evidentemente, lo prefiero así. Lo creo así, además. No he experimentado más felicidad en mi vida que cuando la compartí con alguien en quien pensaba a cada segundo de mi, entonces, completa vida. Ella era la pieza del puzzle que faltaba, la pieza central sin la que no se puede entender el dibujo de mi existencia. Ese dibujo que, ahora, vuelve a estar desfigurado, ininteligible, vacío y sin sentido a pesar de tener todas las otras piezas, algunas encajadas con más fuerza que otras. 
Suelo tener discusiones en las que defiendo que, para ser completos, necesitamos a alguna otra persona a nuestro lado. Me contestan que se puede ser feliz por uno mismo. También podemos caminar con una pierna y levantando la otra, por poner el ejemplo más simple, pero eso no significa que no echemos a faltar la otra extremidad, ésa que nos da equilibrio, fuerza, confianza, serenidad. En mi opinión, sólo aquellas personas que no han experimentado amar y ser amadas pueden comparar la felicidad de uno mismo con la de tener pareja. No hay color. Somos, como dice la magnífica acepción de la RAE, insuficientes por nosotros mismos. Incapaces de encontrar la felicidad. Infelices. 

Pero, como diría el gran Freddy Mercury en la intemporal 'Somebody to love', "I ain't gonna face no defeat".

miércoles, 9 de junio de 2010

Incapaz

Me ocurre algo entre gracioso y triste con los idiomas a la hora de escribir. Yo siempre hablo en castellano, me encanta hacer bromas pero, a la hora de escribir algo mínimamente gracioso, siempre lo hago en catalán. No sé, comienzo a pensar que es algún defecto congénito, que mi madre llevaba tazos dentro en vez de la habilidad de escribir algo gracioso en castellano. Es un tema que me preocupa realmente, hoy en día no puedes escribir algo que no tenga un mínimo de gracia, porque te marginan, te apuntan con el dedo por la calle y dicen "mira, el que sólo hace reir en catalán". Y eso duele.

Contraté a Montilla para que me ayudara con la expresividad de mis textos en castellano, pero no funcionó. Lo más gracioso que pude escribir fue el punto final. No puedo, lo intento pero no lo consigo. Ver algo mío en castellano gracioso es como ver a Falete en una 34: imposible. Como dijo Jesucristo, moriré con esta cruz. Es algo que me marcará de por vida. Soy bipolar lingüístico, tengo que hacerme a la idea. En un idioma me expreso de una manera y en el otro me es imposible. Bah, peor lo tenía Chewbacca.

Elección

Hay sensaciones difíciles de explicar. Hay sensaciones, incluso, difíciles de explicárselas a uno mismo. Cosas tontas, aparentemente sin mucha importancia, detalles que, con el paso del tiempo, adquieren una dimensión desconocida entonces. Mi profesora de matemáticas de primero de carrera dijo una vez: "la vida es una función continua". Todos reímos, aún sonrío al recordarlo. Pero más allá de la parte cómica, encierra una verdad tan terrible como absoluta: la vida está construida punto a punto, detalle a detalle, paso a paso.

Simplificándolo, la vida es como esos libros que todos teníamos en la infancia sobre elegir un camino u otro, con la excepción de que aquí una de las dos opciones no nos lleva - en la mayoría de los casos - a una muerte dolorosa. Pero cada acción que tomamos, hasta la más simple, influye en nuestro devenir. De ahí provienen los eternos 'Y si...' que tanto nos atormentan. A todos nos gustaría volver atrás y coger la píldora roja (o la azul, ya no la recuerdo), rectificar nuestras acciones, tomar el camino alternativo.

Siempre he pensado que si en la vida se pudiera guardar partida, estaríamos todo el día encendiéndonos y apagándonos. Probando cada vez una de las infinitas posibilidades, hasta dar con la que más nos gustara para, acto seguido, volver a guardar. Nos pasaríamos la vida rectificando acciones. No vale la pena. Me gusta vivir en continuo, errar muchas veces, acertar algunas. He llegado hasta aquí gracias a mis decisiones y, francamente, no está tan mal.

Podría ser peor.

Excusas

Esta noche va a ser larga. Tengo la mesa literalmente llena de apuntes y me pregunto dónde voy a comer. Bueno, antes pienso qué voy a comer. Bah, es igual. El caso es que tengo varios temas por delante, el examen es el viernes, tengo una ligerísima idea de la asignatura y me río al pensar en los temas ya estudiados. Gracias a Dios, no sabes cuáles son, así que no puedes preguntarme nada. Pienso en la situación, y se me escapa una sonrisa.

Ahora mismo estoy pensando "¿qué darán en la tele esta noche?". Siempre encuentro algo con lo que perder el tiempo. Sí, soy un verdadero especialista. Tengo motivación fácil y, llegados a este punto, diría que hasta pocas exigencias: cualquier cosa medio interesante puede servir. Sólo algún programa o serie que logre esbozarme una ligera sonrisa o un casi inapreciable fruncimiento de ceño. Algo para tener la mente en blanco, para no pensar en nada más.

Hoy han venido unas amigas y, en broma, he dicho "yo hago descansos de descansar para estudiar un rato". Me he reído al decirlo, pero no podía ser más verdad. Estudio cinco minutos por cada media hora que me paso sin hacer nada, en el mejor de los casos. Qué le voy a hacer, siempre he dicho que las personas no cambian, quizá lo has leído alguna vez por aquí. No voy a dar mal ejemplo yo. Al final del día, todo consiste en encontrar alguna excusa o alguna futura promesa para justificar que no has hecho nada. Un "hoy daban mi programa favorito" (?) o "mañana me despierto antes y lo hago" e incluso algún "hoy era día de descansar". Conforme avanzan las horas, esas excusas que tan mal te sonaban se te hacen más apetecibles, a medida que tus ojos también van entonando un 'basta ya', como de canción protesta. A ver qué excusa me pongo hoy... ¿Alguna idea?

Vanidad

La mayoría de las veces, por no decir todas, me siento delante del ordenador sin saber qué voy a escribir. Sólo llego a vislumbrar la frase siguiente a la que escribo, alguna palabra suelta, alguna idea descolgada que puedo recoger e intentar aderezarla, sin saber a qué me llevara o cómo continuaré. Sólo espero que se me ocurra algo para llenar la pantalla, algo con el más mínimo de los sentidos, que tenga algo de coherencia., que explique algo que pueda interesarte para que vuelvas otra vez, para que dejes tu opinión.

Toda persona que tiene algún perfil público en Internet es, en cierta manera, vanidosa. Si no quieres que digan nada de ti, no dejas datos, no escribes tweets, no tienes Facebook. Con los blogs pasa algo parecido. Así que sí, nos interesa qué puedan decir de nosotros, qué piensas tú al leer esto desde otra localización. A nadie le gusta hablar a un puñado de píxels, esperas una respuesta, algo de feedback a tus entradas. Algo que demuestre que, en efecto, hay alguien que lee tus tonterías, esas cosas que a uno mismo importan tanto y que el otro mira con indiferencia. No nos conocemos, así que ¿por qué deberías leer lo que escribo? Y aún así, quiero que lo hagas. Quiero una respuesta. A veces me siento como si fuera de la NASA, enviando señales al espacio sin recibir respuesta.

Quiero saber que no estoy solo aquí.

Pasividad

Miro hacia la ventana, echo una rápida mirada a los apuntes que tengo bajo mis brazos, y me concentro en el blanco de la pantalla. Ese blanco que, como ya te he dicho alguna vez, me da pánico y a la vez me reta. Esta vez, le acepto el duelo. Quiero convertir el blanco en algunas palabras, pocas, suficientes para descargar algo mi cabeza, agobiada por exámenes, entusiasmada con ideas absurdas, demasiado cansada para escribir algo de provecho. No obstante, una vez cojo el guante, no lo dejo. No voy a dejar que el blanco me gane una vez más, aunque tú tengas que sufrir las consecuencias del escrito.

En época de exámenes siempre me acabo odiando. Sé que tengo que estudiar, sé que la beca, que es lo que me da de comer últimamente, depende de ello. Sé que tendría que cerrar el ordenador, concentrarme y estudiar hasta que los ojos se me cerraran de puro cansancio. O hasta que se desvaneciera el efecto de la cafeína. Pero aquí estoy, enfrentándome a una hoja. Buscando cosas con las que perder el tiempo, sintiendo una sensación de tranquilidad irreal por dentro. A mi yo del presente le gusta delegar funciones a mi yo del futuro. El futuro se lo traga todo, o eso es lo que dijo ella.

Bah, qué más da. En el fondo me gusta ser así. Después veo que lo que una vez fueron 10, ahora son 7; lo que fueron 8, ahora son 5. Me cabrea durante un tiempo, que cada vez es más corto, y luego doy paso a la indiferencia. Siempre me he considerado competitivo, no me gusta rendirme ni ir a un examen a buscar un 7, o un 5, pero tampoco merezco más. Soy un apasionado del último instante, me entusiasman los nervios que se sienten cuando te quedan horas para un examen y te faltan temas por mirar, me enamora dejar todo para el final. Y mientras, pierdo el tiempo. Y cada vez me molesta menos. Hasta que suspenda alguna.

miércoles, 2 de junio de 2010

Momentos

Esta tarde, mientras los ojos se me entrecerraban con la placentera banda sonora que el silencio nos proporciona al mediodía, me ha dado por mirar fotos antiguas. Fotos que congelaban, inmortalizaban, momentos vividos, felices a veces, no tanto otras muchas. Sonrisas fingidas, ojos desangelados, vida plastificada. Las fotos actúan como una suerte de interruptor en nuestro cerebro y muchas veces son el tipex de nuestra memoria. Ya sabéis lo que dicen: "la tinta más pobre de color vale más que la mejor memoria".

Aún así, me gusta pensar que las fotografías no son reales. No sales tú en ellas, tampoco salgo yo. Sale lo que una vez fuimos, lo que en ese mismo instante éramos. Podríamos repetir mil veces la misma instantánea y nunca saldría igual. Ese momento es único, irrepetible, mágico en cierta medida, aterrador en parte ya que nos hace darnos cuenta de la volatilidad extrema del tiempo, tomamos conciencia de que cada instante, por más mínimo que sea, es único, que los momentos vividos no volverán y que las emociones no son reciclables.

Me aterra pensar que nuestra vida es una concatenación casi infinita de momentos, como si fueran frames de una película. Me horroriza que mis emociones quedan retenidas en esos cuadros, y que a cada instante se modulan, evolucionan o involucionan. Sólo cambian, en definitiva. Y mañana, al despertar, no podré decir que soy el mismo que ahora está escribiendo, algo habrá cambiado, por mínimo que sea. Odio pensar que, cuando quiera, no podré retener esas emociones, no podré alargar el momento. Será como coger agua con las manos y dejar que, lentamente, acaricie tus dedos y se esfume, para no volver a sentirla nunca más, nunca de esa manera. Intentaré recrearlo con la memoria, como lo intento con tantas otras cosas, pero sólo será una versión edulcorada, manipulada, falsa, distante de la realidad. Esa realidad que sólo existió en ese momento.

martes, 20 de abril de 2010

Depressió

Hi haurà molta gent que no ho pugui entendre però... Veure perdre al Barça m'ha deprimit. Sé el que alguns penseu: "això del futbol és una ximpleria", "posar-se trist per això amb els problemes que hi ha al món", "els jugadors cobren animalades"... Sí, i probablement teniu raó. Però com amb totes aquelles coses en les que la raó no intervé i mana el cor (o allò que li atribuïm al cor), no puc evitar-ho. Em sento fet pols, fotut i amb ganes de què s'acabi el dia. I vull amagar els meus altres problemes sota la mateixa excusa del futbol, a veure si em convenço a mi mateix.

Oportunidad

Siempre he dicho que hay cosas que, por mucho que lo intentemos, nunca funcionarán. Cosas que, por una razón o por otra, es imposible llevarlas adelante por mucho esfuerzo que pongamos en ellas, por mucho que hagamos lo imposible por impulsarlas, darles el último aliento, una bocanada más de aire para alargar lo que tiene pronta caducidad. En muchas ocasiones lo sabemos, sabemos que no vamos a ningún lado pero sentimientos nos retienen y no nos dejan avanzar, impiden que se suceda el orden lógico de las cosas. Pero al final llega el momento en el que no es suficiente lo que hagamos, todo se marchita por mucho que intentemos alargar más de lo necesario la vida de las cosas.

No obstante, intentarlo de nuevo es un pensamiento recurrente. Todos aprendemos de los errores, maduramos con el tiempo, nos sentimos más seguros, con menos dudas, pensamos que no caeremos de nuevo en las mismas piedras. Adentrándonos del todo - en caso de que no lo estuviéramos ya - en el tema de las relaciones, vemos que todo es aún más complicado. Todavía más. Porque en toda relación acabada quedan unos posos profundos en forma de sentimientos, que no se van fácilmente, que requieren de la acción continuada del tiempo y de las alegrías. Siempre nos queda la duda.

El típico 'Y si...' gobierna nuestra mente y nos pide que demos otra oportunidad a esos sentimientos ahí encerrados, marginados, silenciados, excluidos del pensamiento voluntario. Que intentemos, de nuevo, ser felices. Que probemos a dar otra - la penúltima - bocanada de aire. Que apliquemos el desfibrilador, porque esta vez sera la buena, el muerto despertará y no volverá a morir. La angustia que da la tristeza y la ansiedad que tenemos por querer y ser queridos pueden hacer el resto, pueden provocar que nos precipitemos, que no meditemos las cosas... Aunque quizá haya que meditarlas poco y escucharse un poco a uno mismo.

Por otro lado, tenemos la concienzuda y cabezona voz de la razón, que nos dice que si una cosa no funcionó una vez, no funcionarán dos, y que mejor dejar las cosas como están. La respuesta obvia es que nadie quiere dejar las cosas como están cuando no es feliz. La contrarespuesta es que recordemos los momentos felices, aprendamos de los errores y no estropeemos la imagen de felicidad que inunda nuestras memorias. Segundas partes nunca fueron buenas... pero pasarlo mal tampoco es el camino. Y aquí estoy yo dialogando conmigo mismo, sin dejarte opción a participar. ¿Qué piensas tú? ¿Lógica o impulso?