Creí que comenzaba a llover, también en el exterior. Siempre adoré cómo las gotas de lluvia humedecían progresivamente las calles y se depositaban en las hojas de los árboles, esperando su turno hasta que la gravedad las hiciera fichar. No sucedía lo mismo cuando se producía ese efecto en el frío papel. La tinta se dejaba llevar por gotas cargadas de emociones y recuerdos y olvidaba su papel, al tiempo que el mensaje se perdía por el desagüe.
Aún con la vista emborronada y la tinta rebelde, necesitaba aligerar el nudo que se ceñía sobre mi pecho. Odié no poder hacerlo más que a través de palabras, no conseguir salir de la jaula que representaba el lenguaje, no saber dar salida a algo que no puede ser descrito con palabras, desconocer cómo lograr que esta sensación se marchara, ver crecer a miedos que me secuestrarán noche tras noche.
Por intentar entender a todos, dejé de entenderme a mí mismo. Entré en un mundo de mentiras convenientes sin saberlo y creí en ellas hasta despertar aturdido un día y ver que los castillos de arena sobre los que me construí habían quedado arrasados por su ausencia, que el foso al que llamo pasado donde escondí sus palabras se había llevado por delante las habitaciones del presente. Una mentira, por poderosa que sea, sigue siendo una mentira y, como tal, algún dia es descubierta.
Vi, en ese momento, que mis días no eran días hasta que ella aparecía, que me había robado el sueño y que no tenía intención de recuperarlo mientras eso me permitiera recordarla un minuto más. Le conté a la luna noche tras noche lo que podría haber sido y me frustró cuando me contestó, madrugada tras madrugada, que el condicional es el idioma de los sueños, sueños que le conté y que ella, brillando en la oscuridad y el silencio de la noche, me destrozó con una simple palabra.
Tarde.
Mientras la lluvia se intensificaba sobre el papel, el sol comenzó a mostrarse, perezoso, por el este, y los primeros rayos ayudaron al fluorescente a iluminar la pequeña habitación. El día amanecía nublado, como todos los que me esperaban mientras la incertidumbre de su vuelta monopolizara mis pensamientos. Y, aún así...
No quería ni quiero que se vaya.