jueves, 16 de diciembre de 2010

Entrevistando (IV)

Toca cita semanal con Entrevistando, después de varias semanas sin ninguna. Sí, nunca entendí bien el concepto de semanal, razón por la cual mi revista no triunfó y no porque consistiera en dibujos míos hechos con rectas en distintas posiciones. Dejando de lado mi arte incomprendido y mi dislexia temporal, comencemos con una nueva entrevista. Esta vez se trata de Patricio Vélamán (los dos acentos son por su origen francés, por parte de hijo). No, no es el compañero de Bob Esponja, entrañable esponja (no como la mía, que me hace heridas). Es un señor que trabaja en los entierros. Da velas. Da velas en un entierro.

Yo: Buenas noches, señor. Espero no haber desordenado mucho su agenda.
Vélamán: (Me entrega una vela) Tenga.
Y: Gracias. ¿No gana usted para velas, eh? Jeje.
V: ¿Jeje? ¿Quién se ríe diciendo jeje?
Y: (Confundido) No le entiendo...
V: La gente ríe con 'jaja'.
Y: ¿Y yo cómo lo he hecho?
V: Usted ha dicho 'jeje'.
Y: Creo que se equivoca, señor.
V: No, revise lo que ha escrito y verá que pone 'jeje'.
Y: ¿Escrito? ¿Estamos hablando, no?
V: Bah, es igual. Continuemos. Soy un hombre ocupado y el tiempo que pierdo aquí lo podría emplear dando velas. 
Y: De acuerdo. Me alegro que lo hayamos solucionado. Hablando se entienden hasta los muertos, ¿eh? ¿Lo pilla? ¡Los muertos! Porque usted da velas en los entierros, jeje. 
V: (Susurrando) Hijo de puta.
Y: ¿Cómo?
V: Ya me ha oído. 
Y: Detecto cierta hostilidad... 
V: ¿Y qué espera? Está viendo que me cabrea que diga 'jeje' y usted vuelve a decir jeje. 
Y: ¡Que no! ¡Ha sido un 'jaja' claramente!
V: ¡¡PERO QUIERE MIRAR LO QUE ESCRIBE!!
Y: (Rompiendo a llorar) ¡No lo entiendo, estamos hablando! ¡Nadie está escribiendo nada! ¿Por qué me hace esto?
V: Va a apagar la vela y como la apague no respondo.
Y: ¿No responde? ¿Se acabará la entrevista? 
V: No, que no respondo de mis actos. 
Y: ¿Qué actos?
V: Los que puedo hacer si no respondo.
Y: ¿No responde? ¿Se acabará la entrevista? 
V: ¿Qué parentesco tienen sus padres entre sí?
Y: (Levantando la vela) Señor, aquí soy yo el que hace las preguntas. Aunque son primos. Lejanos, dentro de la proximidad de ser hermanos. 
V: ¿Primos o hermanos? 
Y: A ver, es complicado. Son hermanos pero de diferentes primos. ¿Entiende?
V: No.
Y: Es igual. Son muy felices. Todos lo somos. Prosigamos con la entrevista, si le parece. 
V: ...
Y: Aceptaré los tres puntos suspensivos como un sí. 
V: Cabronazo.
Y: ¡Hostilidad!
V: ¿Ahora sí que ve lo que escribe, no?
Y: ¿Cómo? ¿Quién escribe?
V: Arriba, que ha dicho lo de los tres puntos suspensivos.
Y: ¿Qué tres puntos suspensivos? ¿De qué habla?
V: Suba arriba en la entrevista.
Y: Señor, no sé volar.
V: ¡QUE LEA LO QUE HA ESCRITO!
Y: (Llorando de nuevo) ¡Pero que estamos los dos hablando! ¡Está usted loco!
V: Se lo copio, para que lo vea.
(Flashback)        Y: Aceptaré los tres puntos suspensivos como un sí. 
Y: ¿Qué tengo que ver?
V: Lo que le he copiado arriba. 
Y: ¿Dónde? 
V: Arriba. 
Y: No oigo nada.
V: Es que tiene que leer.
Y: (Alejándome poco a poco) Ah, sí... Bueno, creo que vamos a dejar aquí la entrevista, señor Vélamán...
V: ¿Cree que estoy loco, verdad?
Y: (Desde la lejanía) ¡Nooo! No, qué va. Es el repartidor de velas más cuerdo que conozco. Hasta la próxima, ¿eh? ¡Un placeeeer!


Entrevistas anteriores
Entrevistando

Lavabos

Una de las ventajas, a primera vista, de ser hombre, se da cuando entras en un lavabo. Esa tranquilidad que da no tener que sentarse en cualquier lavabo público es una de las razones por las que 9 de cada 10 hombres prefieren ser hombres (siempre hay algún descarriado antisistema). Pero esa virtud aparente desaparece rápidamente al entrar a ese santuario de las excreciones o meódromo, como lo llamaban nuestros antepasados romanos. 

Los lavabos masculinos podrían ser declarados, en cualquier instante, Patrimonio de la Humanidad por su diversidad biológica. De hecho, científicos de todo el mundo han dejado de buscar microorganismos en lugares perdidos de la mano de Dios para centrarse en sacar muestras de aseos ubicados en zonas públicas. Tenemos el testimonio de un reputado científico americano, llamado George Cientificoson, que confirmó lo arriba expuesto con unas escuetas declaraciones "en media hora en un lavabo de una universidad anónima y autónoma de Barcelona se descubrieron más bacterias que en 20 años de investigación". 

Esa es razón suficiente como para que los hombres miren de lejos la maldita tapa del váter. Mujeres del mundo, no os llevéis a engaño: los hombres no mean de pie por comodidad, sino porque nadie tiene cojones a sentarse. Si dejas una madalena en la tapa del váter, es probable que en 5 minutos, y sin entrar nadie, ya haya desaparecido, ingerida por microorganismos superinteligentes que juegan al Uno en sus ratos libres. 

Actualmente, Stephen Hawking ha dejado de mirar al espacio para encontrar agujeros negros. El futuro está en los lavabos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Nublado

Aspiraciones de grandeza que se quedan en suspiros. Secretos profundos sobre la vida que ésta decide no contar en el último momento. Pinchazos en el corazón que te acercan a esas revelaciones que, al final, no acabarás teniendo. Momentos de lucidez ocultos bajo la manta oscura de la mediocridad, fiel compañera de viaje. Deseos deseados hoy, olvidados mañana, retomados quizá la próxima semana, según el tiempo. Lluvia, sol. Nubes. Siempre nubes. Gris. Concentración perdida.

Quizá nunca la tuve. Quizá se quedó en las nubes. Qué sé yo, si estoy aquí jugando con la arena que son mis segundos, lanzándolos al aire. No volverán. Bajo la mirada y me veo aún cubierto de granos de tierra, puede que alguno menos que ayer, pero no suficiente como para espantarme. Los cambios graduales se camuflan realmente bien, dando la falsa sensación del no cambio. Rutina actuando de protagonista en 'El día de la marmota', engañándome. Engañándonos. Devolviendo en un cubo vació aquel montón de arena que lanzamos cada día. 

Back to the start.



lunes, 6 de diciembre de 2010

Foto

Puso la mano delante del objetivo de su cámara justo cuando ella se disponía a disparar. La analogía entre la pulsación del botón y apretar el gatillo nunca fue tan acertada como en su caso: como los viejos vaqueros del oeste, tenía todo un ritual antes de actuar, antes de plasmar en la eternidad aquello que en ese infinitamente pequeño momento estaba viendo a través de la lente. En ese instante, él había roto la intimidad entre ella y la imagen de la que ella estaba siempre hablando. Esa intimidad que nunca podría comprender. 

Aunque muriese por hacerlo.

No quiso interponerse de ninguna manera en esa liturgia, pero lo había hecho. Realmente no sabía por qué había actuado así, sólo había seguido un instinto repentino. Era gracioso porque él, más que nadie, pensaba y repensaba hasta el más mínimo detalle, la más mínima acción, la más pequeña de las palabras. Todo. Si no fuera porque los había estudiado, no sabría que realmente existían. Y aún así...

Ella.

Los instintos, seguir lo que uno cree en un determinado instante, por loco que sea, por increíble que parezca, podían tener asombrosos resultados. Ellos le habían llevado hasta allí. Hasta ella. Hasta esa fotografía que no se volvió a repetir, a pesar de que su mano bloqueó la eternidad. Carne de burro. Para los demás, sería una foto malograda. Para ellos, la prueba de que estuvieron allí. La prueba de que, detrás de todo, hay belleza.

Vida.