lunes, 5 de diciembre de 2011

Juventud

No estoy inspirado. No, lo tengo que admitir. Hay días en los que sale todo y crees que podrías escribir alguna obra de arte. Otros, lo único que podría hacer es encerrarme en el lavabo y esperar, cual Stephenie Meyer, que llegara mi inspiración. Siempre descarto esta opción al ver que la autora a la que cito lo único brillante que pudo escribir en 2000 páginas fue un vampiro a la luz del sol.

Es curioso, siguiendo el hilo de esto. En mis tiempos - hablando ya como si tuviera 22 años cuando sólo tengo 21, lo sé, pero siempre he sido muy maduro - los vampiros al sol morían. Además, eran los malos. Si algún día ibas por la calle y te encontrabas a un negr vampiro, cruzabas la acera y mirabas hacia otro lado. Y si se fijaba en ti, había que improvisar. Yo me salvé una vez diciendo que tenía colesterol del malo (sí, hay uno bueno). Hoy ni eso podría salvarme, por culpa del puto Danacol. 

Lo que decía, los vampiros eran malos. Ahora no. Son héroes, ídolos adolescentes. Si tienes una hermana pequeña, seguramente tenga algún póster o haya visto todas las películas de esta saga. Con suerte, se habrá fijado en el hombre lobo, el cual desarrolló músculos de vigoréxico tras correr muchas veces detrás de un hueso. A eso se reduce todo: o un vampiro con adicción a la purpurina o un lobo con abdominales. Esta juventud está podrida.

Eso me hace sentirme más orgulloso de mi generación. Nuestro ídolo no era un lobo, era un chinojaponés salvador que cuando se cabreaba el pelo se le levantaba y se le ponía rubio mientras sus ojos se volvían azules. Un hombre de verdad. Y si tenía que destrozar medio planeta para acabar con el invasor de turno, lo hacía. Y si tenía que dejarse crecer el pelo para tener más fuerza, lo hacía, aún arriesgándose a morir debido a piojos. 

Y ya no entramos en los Pokemones. El proceso de creación de nuevos Pokemones reside en tirar un pastel a una pared y copiar la forma que deje, mientras que para nombrarlo se lanzan al aire las letras del Scrabble, al más puro estilo Shakira. En mi época había Pokemones de verdad, como Pikachu, la rata eléctrica con mofletes de Heidi. Y las batallas eran más reales, ya que como todos sabemos tirándole hojas a un bicho de agua lo debilitas. ¿Qué mierda es esto de tipo acero? ¿Forjan los Pokemones en un horno? ¿Llevan escrito en el culo "inox"?

El mundo se va a la mierda. 


viernes, 8 de julio de 2011

Sueños

Abrió los ojos y se levantó de la cama con energía. Sus pasos le dirigieron hacia la ducha, el inicio de su día. Luego del ritual del agua - caliente, siempre caliente -, desayunó algo rápidamente y salió de casa con una sonrisa en los labios. El corazón le latía con intensidad, con esa intensidad que sólo una persona podría proporcionarle.

Iba a verla. 

Cogió por pocos segundos el metro - a la carrera, como de costumbre - y, mientras recuperaba el aliento, echó un ojo al reloj. Llegaba bien. Sonrió y miró el móvil. Revisó mensajes y fotografías y su sonrisa se amplió. Con el paso de las paradas, una frase golpeaba de manera insistente en su cabeza. Ya queda menos. Estaba llegando.

Se apeó del metro y caminó a elevado ritmo hacia las escaleras, que subió de dos en dos. Al salir a la superficie, se acercó al lugar de encuentro, buscándola. Al parecer era el primero en llegar y no había hecho tarde. Disminuyó el paso y recuperó la respiración mientras buscaba un sitio en el que esperar. Estaba nervioso, como siempre le había ocurrido en esa situación. 

A los pocos minutos - que se hicieron eternos - la vio llegar. Ella también lo vio. Se dirigió hacia donde ella estaba, sin poder disimular esa sonrisa inevitable cuando la veía. Llegaron uno al frente del otro. Ella también sonreía. Lo saludó con su musical 'hola' y él no supo como saludar. Nunca lo supo, en realidad. Pretendía aprender con el tiempo. "Tendré tiempo suficiente para aprender", se dijo.

La besó durante unos segundos y quedó abrazado a ella. Los dos se miraban uno a otro, sonriendo. Él no sabía qué decir, aunque tuviera tantas cosas que decir. Entreabrió los labios y los cerró, para abrirlos nuevamente:

- Tengo la sensación de que estoy en un sueño. Que eres un sueño. Que en cualquier momento me voy a levantar y...

La música inundó la escena. Siempre contaban con una buena banda sonora, aunque en este caso era demasiado intensa. Miró alrededor, sin saber identificar el origen del sonido. Parecía que viniera casi del cielo. Llegó a molestarle, aunque le era familiar. Cerró los ojos por un momento para ver si se iba.

Abrió los ojos en la cama. La alarma del móvil llevaba minutos sonando. 

jueves, 7 de julio de 2011

Sensaciones

Centenares de palabras enterradas camufladas entre hojas de una libreta de laboratorio. Miles de sentimientos encerrados en cada letra, sílaba, palabra, frase. Ocultos, apagados. Y, aún así, podría escribir sin parar hasta dentro de un mes y no podría llegar a describir ni una de las sensaciones que me inundan. Busco la luna, pero hoy no saldrá. Quizá no vuelva a salir hasta dentro de un buen tiempo. Paro la música. Todas las notas llevan al mismo lugar.

Me refugio en una hoja perdida y deslizo la punta del bolígrafo.

Otra vez.

lunes, 23 de mayo de 2011

Germen

Los resultados de la jornada electoral de hoy no dejan de sorprender sin realmente llegar a hacerlo. Me explico: cuando vamos al mapa español, vemos lo que era esperado: el azul se confunde con el del mar, incluso en aquellas zonas donde ese azul viste con smokings cosidos con el dinero público. El otro partido, hundido y aguantando el año que le queda en el poder como sea, desprestigiado por las urnas, consecuencia de un gobierno sin rumbo ni fuerza. 

Hasta aquí, todo normal: los dos grandes siguen siendo enormes. La clave está en el detalle: ¿qué ha pasado realmente en estas elecciones? Hay diferentes puntos a analizar:
  • A pesar de la victoria aplastante del Partido Popular, sólo suma 500.000 votos más que en el 2007. Aún así, saca 10 puntos a los socialistas del PSOE. Es decir, no es que el PP haya aglutinado el voto de castigo al gobierno Zapatero, sino que su rival se ha despeñado. Sumando los votos obtenidos por PP-PSOE en 2007 y en 2011, hay una pérdida de casi un millón de votos (964.030 con un 99.7% escrutado). Algo está cambiando.

  • Las voces del silencio han resultado ser más estruendosas de lo que algunos deseaban. Bildu (sí, ya sabes: el partido pro-etarra, batasuno, comunista y de Satán) se convierte en la fuerza con más concejales en Euskadi y en la segunda opción más votada, cerca del siempre presente PNV. 300.000 voces (contando Navarra) que algunos interesados en mantener el status quo reinante querían retener en la oscuridad. Esos votos representan una realidad, aunque no sea fácil de digerir. 

  • Robar es gratis, o eso deben pensar los populares de la Comunitat Valenciana después de ver que amplían su mayoría. ¿A quién le importa que su líder esté implicado en una trama de corrupción? ¿Qué pasa si muchos de los que le acompañan también están salpicados por el mismo lodo? Nada. No pasa nada. Los valencianos le entregan, de nuevo, otro cheque en blanco a alguien que parece que no dudó en usarlo en el pasado. El único animal que tropieza dos veces...

  • En Catalunya, tierra anteriormente socialista, CiU gana Barcelona, bastión que durante la democracia ha mantenido el PSC. Hasta ahora. Todo gracias a la excelente gestión de Hereu, que en tiempos de crisis tiene ideas tan creativas como someter a una consulta de más de 3 millones de euros la remodelación de la Diagonal (consulta en la que arrasó, dicho sea de paso, no tocar la famosa avenida), ayudado por el buen nombre que tienen las siglas bajo las que se presenta, las mismas que no dudan en traicionar la C de su PSC cuando papá se enfada. También destaca el aumento de los xenófobos de PxC. Mucho hay que comentar sobre esto, pero cualquier publicidad para esta clase de gente es hacerles un favor. Nos toca agachar la cabeza, asumir la vergüenza y esperar que en cuatro años la cosa cambie. Por favor.
Me dejo muchas cosas en el tintero, pero, sin afán de hacerme largo, no sería justo acabar de analizar esta jornada sin hablar de aquello que marcó los días y horas previas: el movimiento del 15-M, también conocido como la Spanish Revolution. Si más de uno puede sentirse decepcionado por el poco peso real que ha tenido este levantamiento espontáneo de los ciudadanos, no estaría de más comentarle que se ha conseguido parar lo que hace unos meses parecía prácticamente inevitable: el auge del bipartidismo, la polaridad al extremo. El "no les votes" que gritaron decenas de miles de personas en estos últimos días ha surgido efecto y los dos grandes pierden cerca de un millón de votos. 

¿Milagros? ¿Ayuntamientos gobernados por partidos desconocidos? No seamos ilusos, y más cuando hablamos de algo que lleva una semana. Estamos delante de un bebé. Ruidoso, sí, pero nada más que un recién nacido que llora y patalea. Dejemos que crezca, que se haga fuerte, que su llanto se transforme en voz. Estamos asistiendo al principio de algo que puede cambiar - que está cambiando - décadas y décadas de inmovilismo. No nos demos por vencidos ahora, no callemos después de una decepción, no dejemos que un paso atrás nos impida dar dos hacia adelante. Ninguna democracia debe permitir un mapa monocolor, ningún pueblo debe bajar la voz cuando sus reclamaciones no son escuchadas. Si queremos un país más justo, un parlamento donde todas las ideas tengan voz y cabida, un lugar donde no sólo dos se crucen las palabras, debemos seguir intentándolo. Por la democracia. Por ti y por mí y también por ellos. Los que se fueron y los que vendrán. Los que lucharon y los que no merecen nacer siendo gobernados siempre por las mismas caras. 

Por todos. Ahora más que nunca no podemos callar. No cuando comenzamos a ser escuchados. 

lunes, 16 de mayo de 2011

Lienzo

La brisa del alba erizó su bello. Aire frío, sangre hirviendo.

Piezas de puzzle con los costados desgastados que se empeñan en encajar, olvidando su pasado. Olvidando que no encajaron.

Preguntas sin respuesta, miradas atrás que ofrecen interrogantes, otear el horizonte y disipar las dudas. Para qué dudar.

Para qué.

Jugar a las cartas para saber qué mano te depara el futuro. Levantar las cartas para ver que están en blanco. No está escrito, aún.

Lo escribiremos.

martes, 10 de mayo de 2011

Marcha

Aún respirando el olor de su pelo, aún notando el sabor de sus labios, aún con el recuerdo de sus ojos clavados en los míos, aún escuchando su voz, la veo marchar. Algo en mí muere cada vez que la veo alejarse, cada vez que su silueta se funde con el horizonte o escapa a toda velocidad sobre raíles. El tiempo, tan generoso con los segundos cuando veo su sonrisa como egoísta cuando se va, se resiste a concederme un préstamo. Sólo da cuando no lo necesito. 

Y, aún así, sólo me queda postrarme ante él. Esperar a que llegue el momento en el que no tenga que verla marchar, en el que pueda abrir y cerrar los ojos y encontrarla allí, difuminada y borrosa entre la nube de dioptrías que me acompaña por las noches. Esperar a que lo que ahora es marchar un día sea volver. Esperar que un día casa signifique lo mismo para los dos.

Mientras tanto, sigo preso de los pocos y rápidos segundos concedidos, como una especie de condicional en la que puedo ser feliz durante los instantes en los que me inunda con su voz, risa, miradas, gestos. Vida. Y luego, de vuelta a la prisión, todo se hace más llevadero si sé que, más tarde o más temprano, volverán a darme la condicional.

Aunque sea sólo por unos minutos. 



jueves, 28 de abril de 2011

Tarde

Creí que comenzaba a llover, también en el exterior. Siempre adoré cómo las gotas de lluvia humedecían progresivamente las calles y se depositaban en las hojas de los árboles, esperando su turno hasta que la gravedad las hiciera fichar. No sucedía lo mismo cuando se producía ese efecto en el frío papel. La tinta se dejaba llevar por gotas cargadas de emociones y recuerdos y olvidaba su papel, al tiempo que el mensaje se perdía por el desagüe.

Aún con la vista emborronada y la tinta rebelde, necesitaba aligerar el nudo que se ceñía sobre mi pecho. Odié no poder hacerlo más que a través de palabras, no conseguir salir de la jaula que representaba el lenguaje, no saber dar salida a algo que no puede ser descrito con palabras, desconocer cómo lograr que esta sensación se marchara, ver crecer a miedos que me secuestrarán noche tras noche. 

Por intentar entender a todos, dejé de entenderme a mí mismo. Entré en un mundo de mentiras convenientes sin saberlo y creí en ellas hasta despertar aturdido un día y ver que los castillos de arena sobre los que me construí habían quedado arrasados por su ausencia, que el foso al que llamo pasado donde escondí sus palabras se había llevado por delante las habitaciones del presente. Una mentira, por poderosa que sea, sigue siendo una mentira y, como tal, algún dia es descubierta.

Vi, en ese momento, que mis días no eran días hasta que ella aparecía, que me había robado el sueño y que no tenía intención de recuperarlo mientras eso me permitiera recordarla un minuto más. Le conté a la luna noche tras noche lo que podría haber sido y me frustró cuando me contestó, madrugada tras madrugada, que el condicional es el idioma de los sueños, sueños que le conté y que ella, brillando en la oscuridad y el silencio de la noche, me destrozó con una simple palabra.

Tarde.

Mientras la lluvia se intensificaba sobre el papel, el sol comenzó a mostrarse, perezoso, por el este, y los primeros rayos ayudaron al fluorescente a iluminar la pequeña habitación. El día amanecía nublado, como todos los que me esperaban mientras la incertidumbre de su vuelta monopolizara mis pensamientos. Y, aún así... 

No quería ni quiero que se vaya.

lunes, 25 de abril de 2011

Horizonte

Cogió el primer bolígrafo que encontró. Rayó una hoja hasta que el bolígrafo escupió la tinta, atrofiado de tanto tiempo sin trabajar. Todo fluía más rápido mientras nacían las primeras letras, sensación que quedó truncada de manera casi inmediata. ¿Cómo comenzar? ¿Cómo ordenar lo que llevaba tanto tiempo perdido? Y, aún así, una hoja en blanco siempre le había resultado mucho más satisfactoria y provechosa que horas con las estrellas como testigas. Escribir como catalizador de todas las reacciones que se sucedían en su cabeza.

Su mente viajó primero hasta la costa. El aroma de mar era tan intenso que creía poder percibirlo, aún estando tan lejos de allí físicamente. Sus zapatos se inundaron de arena y comenzaron a hundirse, al tiempo que sus pensamientos creaban imágenes. Aparecieron, uno por uno, todos aquellos recuerdos cancerígenos que se extendían con rapidez por su mente, contaminando, enfermando a los demás. Enfermándolo. Los encaró, los miró a dónde fuera que tenían los ojos y creyó encontrar el camino a seguir. El bolígrafo, con vida propia, le decía que era tiempo de seguir adelante, de cambiar el mar por el verde. 

Al verde se fue, ya sin olor a mar que le recordara lo que en un tiempo fue su casa. A su lado se iban construyendo de la nada las estructuras que formaban parte de ese mundo. El negro dejó pasó a los árboles y al reino de la flor del platanero. El aire era más frío y seco. Todo era diferente. Caminó entre el verde y se fueron dibujando a su alrededor representaciones de sus preocupaciones. No dejó de caminar mientras veía escenas, imágenes, sentimientos, silencios... Estaba todo ahí. Notó como el bolígrafo se atrancaba, buscando ordenar todos esos recuerdos, recuerdos de los que desconfiaba, difusos, alterados.

Y, al terminar y toparse con la pared del plató, como si estuviese viviendo en el mismo mundo que Truman, se giró y los vio todos juntos, pareciendo que estuviera delante de múltiples televisiones. Se puso delante de ellos y los fue apagando, con su propio mando, uno a uno. Las cosas no podían ser tan complicadas como eso. O no debían serlo. Y si lo eran, alguna cosa fallaba, alguna pieza de todo el engranaje emocional que conforma una relación no acababa de encajar y quizá... Quizá no valía la pena buscarla.

"Las cosas pasan por alguna razón" se convencía, sentado en la soledad de su mente vacía y apagada. "¿Y si no pasan?" preguntó, en voz alta, mientras el eco retumbaba en el vacío. Si no pasan, también es por algo. Por llegar pronto, tarde, mal o... Porque no. Y ahondar en uno mismo para encontrar las razones que no dependen de él resulta en un acto estúpido, como pensar que todo hubiera sido mucho más fácil si una palabra hubiese sido dicha en el pasado antes de subir a la montaña rusa. 

De nada sirve. El tren en el que vamos subidos nunca desacelera, ni para, ni va para atrás. Se dirige, constante y decidido, hacia adelante. Siempre. Y perder tiempo, fuerzas, energías en intentar cambiar eso que uno no puede cambiar hace que nos perdamos las vistas actuales y que acabemos, con el tiempo, maldiciendo estos instantes perdidos, causantes de que, en un futuro, volvamos a llegar tarde de nuevo. Así que resulta más beneficioso asumir con resignación los hechos y mirar adelante que quedarse anclado en ellos intentando solucionar el pasado. 

Presionó la parte superior del bolígrafo y este marchó a dormir después de otra nueva noche de trabajo. Él se quedó un rato más despierto, mirando el manchado folio de papel, releyendo todo aquello que había ido escribiendo como por arte de magia, descubriendo cosas que no sabía que había plasmado, viendo entre líneas las conclusiones de todo aquello que subyacía tras las letras. E intentó sonreír, pero quizá era aún temprano. Miró hacia la ventana y creyó divisar el nacimiento del sol. 

El horizonte esperaba delante de él. 

domingo, 24 de abril de 2011

Primavera

Respiró profundamente. El viento golpeaba su cara mientras el sol se dejaba ver entre las nubes con una timidez que nadie le hubiera atribuído un par de semanas atrás. La primavera se había hecho notar expulsando a un verano que creía que podría adelantarse en el tiempo. Con ella, llegó su normal locura meteorológica: lluvia, sol, lluvia, nubes, sol de verano, nubes, viento, sol de invierno, tormenta, más nubes...

Nadie la puede predecir ni sabe qué pasará en el minuto siguiente. Quién sabe si mañana lloverá, soleará, tronará. Sólo creía estar seguro de que ya no nevaría, que eso ya había pasado, que no volveríamos allí más. Por lo demás, cogeré paraguas, chaqueta, bañador, bronceador y un poco de chubasquero. Para llevar. Sí, por favor. Nunca se sabe... ¿verdad? Con la primavera hay que estar preparado para todo. Dicen que va a llover, ¿no? Yo también lo creo. Pero...

Ojalá sea sol.

martes, 19 de abril de 2011

Would

There are many things that I would like to say to you but I don't know how [Wonderwall, Oasis]
Jugar con los "¿y si...?" constituye un fascinante, hipnótico y peligroso ejercicio de incierto resultado. Dejarme llevar por el aroma del pasado y el eco de los recuerdos resulta demasiado agradable, tanto que la vuelta a la realidad puede llevarme al suelo. Fantasear con aquello que nunca existió, intentar encontrar sentido a cada mirada, a cada palabra, a cada cara, con el único almacén de los recuerdos es un acto tan suicida como sin sentido. 

De las infinitas posibilidades que nos ofrece cada segundo, sólo una será la que se produzca, la real. Es decir, en un intervalo de tiempo casi nulo, pasan millones de opciones a través de un filtro de la que sólo saldrá una ganadora, aquella con la que tendremos que convivir el resto de los días. Las demás mueren. O quizá sería mejor decir que no llegan a existir, quedan en el limbo, flotando, esperando que algún día las volvamos a traer a la vida a través de los recuerdos. Pero...

Vivir en el pasado es el oficio del que no tiene futuro y menosprecia su presente, todo lo que tiene. Ahondar en aquello que no fue es estéril y sólo conduce a la frustración. La vida pasa y las oportunidades se suceden.

Pero a veces sólo las vemos en diferido. 

martes, 12 de abril de 2011

Sol

Miré hacia el cielo, azul. El sol se erigía, imponente, en aquella tarde de abril. Me pregunté si alguien se había dado cuenta del secuestro de la primavera. O si a alguien le importaba. Observé a mi derecha como dos chicos se disputaban una pelota en la hierba, cuyo verde intenso junto a la imagen del cielo ofrecían una fabulosa vista de verano. A mi izquierda, toda una legión de chicas tumbadas, boca abajo, recibiendo los incansables rayos de un sol de abril con complejo de agosto, caluroso y egoísta, que no comparte el cielo con ninguna nube por miedo a que le robe protagonismo. 

Centré la mirada y la vi, y ya no pude ver nada más. La dulce brisa jugueteaba con su pelo, iluminado de manera especial por la luz solar, creando una imagen casi de divinidad. Las flores que volaban se entrelazaban entre sus mechones, queriendo empaparse de ella, tocarla, sentirla durante esos instantes con los que el caprichoso viento las había bendecido hasta que se las llevara a cualquier otra parte. La vida parecía detenerse a su lado, contemplándola, deseando compartir la felicidad que irradiaba su mirada, haciendo sombra al sol.

Se giró hacia mí, sonriendo. El aire que corría insistía en llevar algunos afortunados pelos a su cara, pelos que ella apartaba suavemente con la mano. La observé mientras ella creaba una especie de escudo con su mano situándola en un costado de la cara para evitar que su cabello se posara delante de sus ojos. Sonreí al verla sonreír. Quise tomar de ella una fotografia mental, parar el tiempo en ese instante, saber que no se puede ser más feliz que viéndola sonreír a mi lado, vivir para lograr que nunca deje de hacerlo, que nunca se apague la felicidad que emana de ella.

Deseé no saber que todo acaba, me convencí que el único momento que importa es en el que se respira y que, mientras yo siguiera respirando, trataría, como fuera, de conseguir curvar sus labios una vez más y que, mientras lo hiciera, no importaría el segundo siguiente porque de ese ya me encargaría más tarde, en ese futuro que no existe. 

No perdería mis segundos con ella persiguiendo al horizonte. 


domingo, 10 de abril de 2011

Rapidez

Un pequeño pinchazo al ver el blog desierto me decide a escribir algo. Escribir aquí, que no significa que haya dejado de hacerlo. No hay día que se despida sin que haya escrito una letra. Es una necesidad, un vicio, una adicción. Sana o con tendencia al autosabotaje, depende del día. Quizá más de lo último de un tiempo hacia aquí. Rachas que vienen y se van y no alcanzas a ver cuándo se va una y cuándo entra la otra, conviviendo un tiempo.

En ese tiempo me encuentro yo, subiendo a una ola cuando aún no me he bajado de la anterior, en un extraño equilibrio en el que ni subo ni bajo, ni sonrío ni se me escapa alguna lágrima, ni quiero ni puedo. Suspiros ante la almohada, lunas que te escuchan en silencio, estrellas que discuten a años luz. Mañanas de ojeras, bostezos, resaca de pensamientos.

Todo pasa demasiado rápido. Demasiado. Tanto que me da miedo poner el pie en el suelo por si la diferencia de velocidad acaba llevándome de bruces contra el suelo. El tiempo, caprichoso, nos hace creer que cada segundo es igual al anterior, que cada minuto transcurre a la misma velocidad que el que le precede, que cada hora es equivalente a sus homólogas. En el mundo de las percepciones en el que vivimos, eso no puede ser verdad. Ni mis horas contigo son horas ni las que paso sin ti tienen 60 minutos. O si los tienen, me los vendieron más largos de lo que deseaba.

Estoy harto de tener siempre la sensación de llegar en el momento inadecuado. Siempre sería mejor antes o después, no en ese instante. Cansado de que sean otras sensaciones, vivencias, personas, momentos los que modelen relaciones que incumben sólo a sus protagonistas. Frustrado de, aún así, entender todo. Entender que nosotros no vivimos solos, no somos ajenos a nuestro alrededor, que somos la suma de todo lo que nos rodea, que existimos como mezcla de todas aquellas personas que hemos conocido alguna vez, que cada una de ellas es parte de nosotros (lo veamos o no), que es imposible apartar el pasado para vivir el presente y para pensar en el futuro. Que...

Bah. ATPC.

sábado, 26 de marzo de 2011

Spotless


Clementine: This is it, Joel. It's going to be gone soon.
Joel: I know.
Clementine: What do we do?
Joel: Enjoy it.

domingo, 20 de marzo de 2011

Atardecer

La anaranjada luz del atardecer entra por la ventana. La abre y apoya sus antebrazos en la barandilla, entrecerrando los ojos al mirar al moribundo sol que se dispone, con resignación, a dejar paso a la luna. Las nubes caminan más que corren, perezosas, bañadas por la luz crepuscular que varía a cada instante y se apaga paulatinamente, como una cerilla a cámara lenta. El aire, puro, inunda sus pulmones. El silencio, omnipresente, gobierna la tarde.

Deja escapar el aire lentamente, como saboreando esos instantes de tranquilidad que sólo se producen cuando la vida duerme o transcurre lejos. La belleza del lienzo que observa, respetado hasta por el osado viento, le eclipsa durante unos minutos en los cuales nada más puebla su cabeza, yerma por primera vez en días, intoxicada por la pureza del aire, confundida por la voz del silencio, inquieta al encontrarse sola, sospechosamente cómoda en la soledad.

Abre los ojos que, sin darse cuenta, cerró mientras pensaba que había dejado de pensar. El efecto del paisaje, diluido, deja paso a los pensamientos que esperaban ansiosos su momento. Vuelven, todos y cada uno de ellos. El constante estrés, el incierto futuro, el turbulento presente, la maldita universidad, ella, ella, ella... No encuentra calificativos para definirla. Supone que todos valen. Es todo: el frío y la calor, la felicidad y el desazón, el día y la noche, el sol que se va y la luna - ¡y qué luna! - que viene.

Un pájaro se posa encima de una rama y mira, desde las insondeables alturas, al manchado gato que yace en el suelo, aprovechando los últimos minutos de calor y de luz de un sol que ya sólo se intuye entre las nubes. Levanta la vista, buscando el fulgor de alguna estrella, sin éxito. Piensa que es absurdo. Buscar estrellas cuando el sol aún reina, querer apartarla del sitio al que quiere que pertenezca, buscar la victoria en la pérdida, idealizar la piedra por encima de la vida, olvidar en vez de recordar, aplicar la lógica del tiempo a aquello que - afortunadamente - no la tiene, dejar de vivir para poder hacerlo en un futuro.

Un pequeño escalofrío lo alerta del inicio de la noche. Medio mundo ya está sumergido en la oscuridad mientras el otro agoniza por resistir los envites de la naturaleza, intratable, tanto tiempo como sea posible. Se ve reflejado en esa lucha perdida de antemano. Cree que todo sería más sencillo si deja de intentar negarse, imponerse imposibles, hundirse en aquello que no tiene solución, buscar la parte negativa a aquello que nos hace humanos. Sería mucho más fácil aceptar la situación y sus consecuencias y dejar que el tiempo decidiera los términos. Al fin y al cabo, no era su decisión. Nunca lo había sido. 

Cierra la ventana en el momento en el cual la noche ficha para comenzar su turno. 

viernes, 18 de marzo de 2011

Segundo

Pensar que el ser humano es el único ser vivo que mata por matar, sin necesidad, sin medida, sin consecuencias para, al cabo de un segundo, pensar que no hay ratones suficientes en el mundo para matar si con ello pudiera evitar que volviera a pasar por algo así, que volviera a sentirse tal como lo hacía en esos instantes. Segundos que cambian todo y arrasan con todo aquello que queremos dar por establecido. Sentir que todos los principios que creo asentados quizá no lo están tanto. Saber que aquellas mentiras que construí para sentirme mejor no son más que eso, mentiras. Que no hay victorias ni derrotas, que no hay voluntad invencible, que no puedes evitar ciertas cosas ni acelerar procesos tal como quisiera querer. 

jueves, 17 de marzo de 2011

Gotas

Caen las primeras gotas en la ventana y, rápidamente, comienzan a acumularse en ella como una suerte de mosaico. Hipnotizante. El silencio que inunda el comedor es interrumpido por el traqueteo constante de las gotas. Nota que va perdiendo el control de sus ojos, encandilados por una lluvia que siempre fue superior a él. Alguna de las primeras gotas empieza a deslizarse por la ventana y piensa en cuál será el mecanismo de selección por el cual algunas gotas caen antes que las otras, por qué gotas alejadas pueden caer a la vez y dos cercanas pueden despedirse en tiempos tan distintos.

Sigue mirando pero ya ha dejado de ver. Sus ojos han perdido la vida y siguen abiertos por pura rutina. La mente vuela mientras el sonido de la lluvia golpeando la ventana se va diluyendo, irónicamente, y sonando cada vez más lejano. Apaga la luz de la vida, se baja del mundo unos instantes. Comienza a ver una nube de imágenes poco certeras, momentos difusos, gente, mientras el negro se esfuerza por tapar todos los fotogramas. Es una batalla perdida y se deja vencer, con asombrosa facilidad.

Parpadea rápidamentes y vuelve a la realidad. Calcula que se habrá ido durante unos 10, quizá 15 segundos. Su conciencia le envía las noticias de superación: las imágenes difusas, la falta de concreción, la ausencia de emoción alguna... Todo ello son buenas noticias. ¿O no? ¿Dejar de sentir alguna vez fue bueno? Quizá en este caso sí. De hecho, está seguro de ello. Quiere sonreír ante la buena noticia, pero tampoco lo siente. Una parte quiere recordar para volver a sentir, pero tampoco siente querer sentir. Sólo dejar pasar el tiempo bajo la lluvia de marzo.

Sin realmente ser consciente de sus actos, se levanta, camina hacia la puerta y sale a través de ella hacia la calle. Nota como las gotas rápidamente impactan en la totalidad de su cuerpo, empapándolo en cuestión de segundos. Levanta la vista al cielo, gris, y cierra los ojos. Deja pasar los segundos en la intimidad de la naturaleza, en el desierto de la civilización. Escucha el silencio y el goteo del tiempo, incesante, retumba en su cabeza sin despertar ruido. El eco de la nada lo ensordece. La lluvia, camuflada entre las gotas, consigue calar un mensaje. "Hay batallas que sólo gana el tiempo". Cierra el puño.

Siente, esta vez sí, que gana. Sabe que va a ganar. Que está ganando. Que quizá, incluso, ya ha ganado. O puede que sólo sea la lluvia, capaz de zarandearlo por las alturas después de haber limpiado el suelo con él. ¡Da igual! En ese instante sabe, por primera vez, que es posible.

sábado, 12 de marzo de 2011

Mc

Comer en el McDonalds es uno de esos pequeños placeres que la humanidad debería preservar. El día que vas sin cinturón a comer, feliz, sin remordimientos. La gran sonrisa que se nos dibuja en la cara al ver la gran M, letra que resulta en una bonita analogía de la calidad de sus alimentos. Sentir que nuestro hígado protesta, resignado, ante la faena que le espera. 

- ¡Por favor, no! Haré lo que quieras, quemaré más grasas, seré mejor con el alcohol. ¡Por favor! ¡Por favoooooooooor!

- ¡Cállate! Eres mío, me perteneces. Puedo y debo putearte en todas y cada una de las maneras que se me ocurran.

- ¡¿Dónde quedan los derechos humanos?! ¡Nadie es de nadie! Además, si me jodes a mí, te jodes a ti y...

- ¡Encima con chantajes! ¿Quieres que beba? ¿Eh? ¿Quieres que beba hasta que quede en coma? ¿Quieres trabajar como un negro? ¿Eso es lo que quieres, no? ¡Porque puedo hacerlo! 

- ...

Después de ganar la batalla a mi hígado, entré feliz. Me tocó hacer cola. Pasa algo gracioso con el McDonalds y sus colas. Siempre, siempre, tienes que hacer cola. Es inevitable, como la gravedad (excepto en Rusia, donde fue abolida en 1985). De hecho, un día entré en un McDonalds, no vi cola, fui a llamar a mi madre para contárselo y cuando acabé - tras sólo media hora - ya tenía delante a 15 personas y a un chino (al que convencí para que me colara por estar por encima de él en la cadena alimenticia). 

Y al llegar al mostrador, te entran las prisas del último momento. ¿Qué pedir? ¡Todo tiene tan buena pinta en esas imágenes tan reales! Un McPollo, un BigMac, el siempre agradable Happy Meal...

- Ensalada para mí.

- ¡Cállate, estúpido hígado!


Al final siempre te decantas por la comida que más grasa tiene. Ya que vas al McDonalds, que has llamado a tu familia para despedirte (nunca se sabe) y que has reservado cama en el hospital, hay que elegir la especialidad de la casa. La decepción por recibir una hamburguesa que no podía ni ser la hermana pequeña de la de la imagen pasa al instante de dar el primer mordisco. Notas un festival de sabor, una orgía de sabores a fritos varios, el suicidio de la conciencia y el grito desesperado del hígado viendo como las grasas van bajando y se acercan irremediablemente. Que se joda. 

Felicidad. 

martes, 8 de marzo de 2011

Quizá

Quizá no todo es tan complicado como a veces pensamos. Quizá las cosas sean más simples, aplicando al extremo la navaja de Ockham. Puede que, más allá de intentar ver los mil ángulos de una fotografía, sólo debamos quedarnos con la frontal. Puede ser que tampoco haga faltar buscar en lo que no se dijo, en lo que se perdió, escarbar en los silencios. Quizá sólo baste con lo que se dijo. Y aún así...

Me sorprendo, de nuevo, esclavizado. O ya no es sorpresa. ¡Qué fácil es pensar las cosas y qué complicado llevarlas a cabo! Y me dejo llevar, encantado, por los caminos que se generan, por arte de magia, cuando aparece. Cualquier otro pensamiento, cualquier otra voluntad en contra de mi voluntad, cualquier otro deseo impuesto se desvanece al ritmo de su voz, al compás de su sonrisa, al son de su risa. Quedo anestesiado de una felicidad mentirosa, de un sueño no comenzado, de un futuro imposible. Anestesia que sólo marcha, como cualquier otra, a las horas de su aplicación, dejando una sensación rara, no desagradable. 

De todas formas, dejando de lado todo lo demás - si es que algo así se puede hacer -, las piezas vuelven a encajar todas en el puzzle. Y me alegra ver cómo se van solucionando las cosas; cómo las caras tristes se van tornando, poco a poco, en algo más felices; cómo la rutina vuelve, de nuevo, a imponerse. Y quizá todo lo que quiera es sentarme, ponerme las manos en la cabeza y mirar al suelo un largo rato, incluso probar la resistencia del material con el que esté hecho con mi frente. ¡Yo qué sé, si sólo sé lo que no quiero saber! Pero reconforta saber que hay una mano esperando para cuando pueda, al fin, cogerla.

O cuando quiera. 

lunes, 7 de marzo de 2011

Universidad

Ir a la universidad siempre había sido un sueño para mí. El ambiente, las animadoras, poder entrar en el equipo de fútbol americano, las animadoras, hacer fiestas con animadoras... Y estudiar, cómo no. En todos mis planes salía estudiar. Como cuando me despertaba en mi habitación de la residencia con mi compañero Carter después de una noche de fiesta, tirado en el suelo, y él me decía que tenía un examen esa misma mañana, cosa que me obligaba a levantarme, coger las cosas y marchar corriendo. Ay, Carter, siempre recordaré el reflejo de su morena tez en mis zapatos.

Pero una vez que llegas aquí, todo es diferente. Lo primero y más importante: ¿dónde coño están las animadoras? ¿Están rodando películas todas? ¿En algún club secreto? Ya es mala suerte que en tres años aún no me haya cruzado con ninguna. Después, tampoco he encontrado todavía el campo de fútbol americano y no he podido utilizar mis calzoncillos especiales para la ocasión de Hello Kitty jugando de quarterback. Y, por último, ¿dónde se ha metido Carter? ¿Alguien lo ha visto? Es el típico amigo negro gracioso de todas las series. Dejadme un comentario si sabéis dónde está. Su perro anda loco buscándolo. 

Tras casi tres cursos, uno piensa y se da cuenta de que nada es como nos habían contado. "Hijo mío, la universidad consiste en follar, hacer campana y tomar el sol en la hierba" me dijo una vez Dios, mi vecino de arriba (de raíces italianas, de ahí el nombre). 
Hasta dónde yo sé, la universidad es estrés, cagarse mucho en la puta (a la cual pido perdón), tendencias suicidas pre, post y durante exámenes y llorar mucho en la esquinita de llorar que tenemos todos. Si haces campana un día corres el riesgo de perderte un tema entero y acabar haciendo la larva por el suelo de clase, arrastrándote para conseguir apuntes dignos. Eso ya lo hace incompatible con ir a tomar el sol a la hierba, derecho reservado para la gente sin futuro de letras, no para los de ciencias. Y follar es una leyenda urbana. Como mucho, mitosis y, si tenemos un día espléndido, podemos atrevernos con la meiosis. 

Pero no todo es decepción en la universidad. Entre clase y clase, tienes 10 minutos de libertad. 10 minutos para acordarte que estás vivo, que tenías sueños y que solías dormir y ser feliz. 10 minutos para desear haber cogido otra carrera o ver que el suicidio no es tan malo como lo pintan. 10 minutos para comprender que cuando veas "cari tk" ya no pensarás nunca más "cari te quiero", sino "cari timidina quinasa". 10 minutos que acabarán siendo 2 o 3 porque algún profesor desalmado y cruel querrá hacer dos clases por el precio de una. 

El futuro es esperanzador. 

sábado, 5 de marzo de 2011

Minuto

Sonámbulo aún, cogió un folio y empezó a escribir. Los pensamientos lo habían perseguido, de nuevo, esa noche y cerrar los ojos no ayudaba en nada a escapar de ellos. Había dado vueltas en la cama, buscando una posición en la que quedaran silenciados, con nulo éxito. Cansado, física y emocionalmente, se puso las gafas a través de las cuales pudo ver el mundo con la ayuda del inagotable fluorescente, envidioso de la luna que brillaba a través de los cristales en esos instantes, ligeramente eclipsada por una nube. 

Deslizó sus pensamientos a través del desgastado bolígrafo y notó un leve placer al notar el contacto de la punta con la fina hoja de papel y ver nacer las primeras letras. Ese delgado trozo de plástico era el intermediario entre sus sueños y sus pesadillas, el encargado de vaciar su mente y darle paz en la ya casi eterna guerra civil entre la razón y el corazón en la que vivía permanentemente. Las palabras tardaron un poco en brotar pero salieron, poco después, como un torrente. Y el tiempo voló.

Y pensó, pensó y volvió a pensar, y todo ello lo anotó en un papel que posiblemente no volvería a ver o rompería al acabar o la mañana siguiente. Y apuntó que esperaba ser la última vez que apuntara. Y escribió que quería que fuera la última vez que la escribiera. Y subrayó que odiaba ser incapaz de dejar de subrayar su nombre. Y sintió que todo lo que entonces escribía volvería mañana, y pasado, y seguramente el próximo y el que viniera detrás de ese. Y deseó desear acabar, deseó dejar de ser capaz de pagar hasta la última moneda, de dar hasta la última pertenencia, por hacerla sentir, sólo por un minuto, tal como ella lo hacía sentir cada vez que la miraba.

Sólo por un minuto. 

Y suspiró al darse cuenta que esto era lo más lejos a lo que iba a llegar, que era lo único a lo que podía aspirar, que esto acabó antes de haber comenzado. Y creyó convencerse de que quizá era mejor así, sólo para poder dormir unos minutos esa noche, aunque mañana al levantarse las mentiras se desvanecerían juntamente con las sábanas. Y volvió a consolarse pensando que, por largo que fuera el camino, ya quedaba un día menos hasta acabarlo, hasta que dejara de sentirse tal como lo hacía en esos momentos. 

Percepciones

Estaba llegando a casa cuando escuchó un ruido detrás. Volvió levemente la cabeza, sin poder apreciar nada en la prácticamente absoluta oscuridad que reinaba, interrumpida por destellos de un fluorescente que se resistía a su inevitable destino. Parecía el ambiente perfecto de una película de terror: luz que va y viene, ruidos inclasificables, noche cerrada y ni un alma en las calles. Ese pensamiento de estar protagonizando su propio show de Truman versión terror hizo que sonriera y negara con la cabeza. Ya era mayor para estas cosas.

Giró en la esquina y se sobresaltó. Había una bolsa de basura tirada en el suelo interrumpiendo el paso. Se maldijo mil veces por asustarse e hizo lo propio con los autores de un acto así de cívico. Intentó tranquilizarse pero por unos segundos lo único que podía escuchar era el sonido acelerado de su corazón. Bajó las escaleras, aún aturdido por el susto, cuando volvió a escuchar el mismo ruido que anteriormente lo había inquietado. Se giró y esta vez sí pudo ver un ligero movimiento. Quizá era por la intermitencia de la luz del fluorescente.

O quizá no.

Comenzó a caminar más deprisa, mirando atrás de vez en cuando. Estaba, a lo sumo, a un par de minutos de la puerta de casa. Además, era imposible que hubiera alguien persiguiéndolo. La lógica estaba comenzando a ganar el pulso a la irracionalidad cuando el ruido volvió, más intenso y cercano que nunca, unido a la percepción, por el rabillo del ojo, de que algo se estaba moviendo detrás suyo. 

Había alguien. Seguro. 

Desancló la lógica y aceleró el paso hasta correr de manera indisimulada, como si estuviera en una carrera de los 100 metros lisos. No miró atrás, cosa que lo volvería más lento. El ruido seguía presente y se repetía cada vez con más frecuencia e intensidad. Sacó la llave en carrera sin tropezar en el intento milagrosamente. La puerta estaba cada vez más cerca pero tenía la impresión de que no llegaría a casa. Lo cogerían y...

Llegó a la puerta, introdujo la tarjeta, aún a sabiendas de que nunca se abría a la primera. Sus esperanzas eran nulas hasta que vio iluminarse el piloto verde que indicaba la abertura de la cerradura. Asió el tirador y entró casi saltando a casa, cerrando la puerta tras de sí con un portazo y apoyando la mochila que cargaba en su espalda contra ella por si su perseguidor quería entrar por la fuerza. Estaba en un punto en el cual creía que si podía librarse de la otra persona no podría escapar del ataque de corazón, quedando de esa manera su destino decidido de igual manera hiciera lo que hiciera. 

Los segundos pasaron y los latidos disminuyeron ligeramente, permitiéndole volver a escuchar de nuevo lo que pasaba en el exterior. Creyó escuchar de nuevo ese sonido, pero no supo si era real o si se lo estaba imaginando. De repente, dudó de si se había imaginado todo en primera instancia. Puede ser que no hubiera ningún ruido o que fuera algún gato o alguien en el interior de su casa. Al fin y al cabo, el pensamiento de que alguien le hubiera estado siguiendo era absurdo. Todo se lo había imaginado, no cabía otra explicación.

Ya algo más tranquilo y notando cómo se disolvía el frío de sus extremidades y el sudor de su frente, notó sus piernas flaquear y se deslizó por la puerta, cayendo sentado al suelo. Allí mismo, fue víctima del sueño que lo había invadido tras expulsar la tensión de los minutos previos. La cama estaba a dos metros pero esa era, en ese instante, una distancia inabarcable. 

Dentro de su mochila, el teléfono volvió a vibrar como había hecho repetidas veces durante los minutos previos.

viernes, 4 de marzo de 2011

Vietnam

Vietnam, octubre de 1968. Se nos acaba el tiempo, a mí y a mi división. Ayer cayeron cuatro Action Mans y sólo quedamos 7: tres Power Rangers, aunque uno es el rosa y, por tanto, no cuenta; un peluche con forma de dinosaurio con heridas que, a no ser que lleguen refuerzos con algodón, posiblemente no pasará de esta noche; un furby negro que lleva entre su pelaje una foto de su novia embarazada; y, por último, un bote de Colacao de 800 gramos.

No te quiero engañar. La moral está por los suelos. Nos quedamos sin pintura para hacer las balas hace ya 3 días y desde entonces sólo estamos huyendo del enemigo, ese ejército liderado por Pin y Pon y sus colegas de ojos achinados. Dominan los bosques y tienen pokemones de tipo hierba que son muy efectivos contra nuestros pokemones acuáticos, de los cuales dependemos para desplazarnos por el mar. Hemos sufrido muchos golpes críticos. 

Estamos jodidos.

Y pienso en Polly, aún en América, esperándome, junto con John Edward Johnson of all the Saints, mi hijo negro. Y cada vez veo más claro que nunca podré disfrutar del milagro que supuso que, siendo los dos blancos, él naciera con ese extraño color. Tampoco podré acostumbrarme a verlo crecer y pedirle cosas sin darle un sueldo, para que se vaya acostumbrando a su trabajo adulto para el cual su genética lo ha predispuesto. Y lloro al pensar que posiblemente no estaré cuando cante su primera canción hip-hop o cuando se pruebe su primera camisa de tirantes blanca con la que caminará elegantemente por las calles o cuando compre su primera cadena de oro.

¡MIERDA! ¡MALDITOS COMUNISTAS! ¡Pagaréis por esto! ¡Y juro por Dios que acabaréis comiendo todos en un McDonalds!

Subir

Ver jodido a alguien que te importa y no poder hacer nada. Intentar ayudar y recibir toneladas de impotencia por respuesta. Desear hacer las cosas bien, reparar en cierta medida los daños, evitar perder algo más que una discusión absurda. Recordar los buenos momentos y amortiguar los malos, saber que el día que hagamos todo bien dejaremos de ser humanos y que si no fuera por errores ni siquiera habría más de un organismo en el mundo y no estaría yo aquí escribiendo cualquier tontería ni tú leyendo esto. 

Siempre he pensado que no sabemos valorar los buenos momentos. Dejamos que una mancha estropee la mejor camisa. Tapamos el sol con el dedo. Buscamos que todo sea perfecto, que nunca haya malos momentos, que nunca fallemos, que nunca nos fallen, que todas nuestras esperanzas en alguien se vean cumplidas - por irrealistas que sean -, que el camino siempre sea llano o cuesta abajo y que nunca haya subidas...

Cuánto más dura sea la subida, más agradable será la bajada. ¿Rendirse a mitad de camino? ¿Después de haber recorrido tanto? ¿Por un pinchazo? 

No vale la pena.


lunes, 28 de febrero de 2011

Revés

Los minutos pasaban y el dulce néctar del sueño iba calando en mi cuerpo, haciendo especial efecto en los ojos. Quería permanecer consciente, agarrado con la punta de los dedos al último filo de voluntad que me quedaba a esas horas. Los ojos abiertos me garantizaban cierto control. Pero era tan difícil mantenerlos... Y sabía que en el instante en el que los cerrara llegaría, como una tormenta en agosto, la verdadera realidad, la que no quería ver. Mi resistencia se agotó pronto.

Y ahí estaba. Cómo no. 

En la inconsciencia salen todos los deseos, temores, todo aquello que escondemos en un rincón por miedo a que nos sobrepase y nos impida estar dónde debemos estar cuando estamos despiertos. Ella simbolizaba todo eso y sus imágenes se deslizaban en mi mente como si fuera un pase de diapositivas. En ellas se veía cada sonrisa, cada gesto - esos gestos que había ya memorizado, que podría identificar entre mil personas -, cada movimiento, la forma que su cara adoptaba cuando reía - ¡cómo adoraba la expresión que cogía su cara cuando reía, cómo me encantaba hacerla reír con cualquier tontería! -, incluso escuchaba su voz como un eco lejano (¿los hay de otro tipo?), esa voz que había acompañado todos mis mejores momentos desde hace ya tiempo - quizá demasiado - , que había secuestrado mi felicidad para dármela en pequeñas e inolvidables dosis. 

Me descubrí recordando cada instante, cada fotograma, cada recuerdo que pude acumular en los que salía. Estos meses habían sido un carrusel de emociones, una noria, momentos de caída libre y otros en los que podía ver por encima a las nubes. Y todo girando alrededor del mismo eje. Un eje del que nunca - ni ahora, ni creo que en un futuro - me he cansado, del que siempre he querido más, más, más. Sólo más. Sólo un segundo más, una vuelta más. Su sonrisa una vez más, ver cómo se aparta el pelo de la cara, cómo curva sus ojos al reír, su risa... Otra vez. Sólo una. Y después...

Otra.

Hace unas noches intenté tomar la decisión más difícil que recuerdo haber hecho recientemente. Renunciar a todo lo que deseo, a todo lo que realmente quiero, a mi felicidad, a mis sueños. Asegurarme unos meses de mierda, de oscuridad, de sonrisas fingidas y noches en vela. Una decisión cobarde, infeliz, indirecta. Todo por intentar ahorrar momentos incómodos, palabras que huyen, negaciones innecesarias. Por intentar evitar que esa sonrisa que ha iluminado cada día de mi vida se marchara. Y todo sale del revés. 

¡Es increíble! 

Cómo puedes desear con hasta la última de tus fuerzas que algo salga bien y no lo haga nunca. Cómo puedes tener todo preparado para exteriorizar lo que sientes de la manera más perfecta posible y que una decisión ajena a última hora lo evite. Cómo conseguir cagar, una y otra vez, lo único que quieres que permanezca en tu vida cada mañana, cada noche, en cada sueño. Cómo dejar escapar aquello que te hace respirar. ¡Cómo! ¡Tantas veces!

Y, después de tres o cuatro noches, ya no sé ni contar, sigo en el punto de partida, agradeciendo que no haya más casillas para tirar hacia atrás. Protagonista absoluta de mi mente, que se niega con toda su fuerza a que desaparezca. Y ya no sé qué hacer. 

Puta mierda de impotencia. 

domingo, 27 de febrero de 2011

Guerreando

Con la situación actual del mundo no es del todo descabellado pensar que en un futuro cercano podría haber alguna guerra. Por el petróleo, gas o porque ya no tenemos queso con el que hacer hacer bocadillos. Las razones pueden ser miles. Pero, dejando de lado eso, ¿sabes quién tendría que ir a la guerra, verdad? Nosotros. Tú y yo. ¿El ejército? Eso es para tiempos de paz. Cuando hay problemas todos los gobiernos envían a todos los machotes: los que tenemos blogs, poetas, gente de Facebook, artistas... ¿Os imagináis una guerra así?

Yo sí.

Aprovechando nuestras habilidades en el mundo 2.0, podríamos hacernos amigos en Facebook de nuestros enemigos. Total, ¿quién tiene amigos de verdad en el Facebook? Así podríamos enterarnos de sus planes y sus amigos en común, para destapar conspiraciones. Si un ruso es amigo de un armenio, hay que conquistar Armenia. Tiene su margen de error también, ya que el armenio podría ver en el Facebook del ruso que nosotros también somos sus amigos, pero es una posibilidad mínima. 

Desde el Facebook del enemigo podríamos ver sus eventos, como "Atacar" a las 7 de la tarde. Ahí estaría quién atacaría, los cobardes que no asistirán y los indecisos que tienen a la novia embarazada en casa y una foto de ella en el móvil (las carteras ya no se llevan). Sabiendo a qué hora es su plan ya sabemos a qué hora debemos dejar nosotros de jugar al FIFA en las trincheras. Además, el FIFA servirá como método de preservación del macho alfa: el ganador del torneo deberá mantenerse lejos de las trincheras para que pueda tener hijos y las futuras generaciones sepan jugar a fútbol.

No obstante, como no sólo de Facebook vive el 2.0, también utilizaríamos Twitter para confundir. Creando un hashtag llamado #losdeenfrentenosrendimos daríamos a entender, sutilmente, que nos hemos acobardado y que damos la guerra por perdida. Cuando los enemigos salieran a celebrarlo, cogeríamos nuestras pistolas de paintball y les dispararíamos a medio metro, que duele más, y con pintura roja, para que todo sea más real. Twitter es el arma definitiva para vencer a la guerra.

Pero si aún así no podemos derrotar al rival con Twitter y Facebook, aún nos queda confiar en los usuarios de Formspring de la línea enemiga. Desde la trinchera podríamos preguntar con el móvil - anónimamente, claro - a alguno de ellos cuándo, cómo y desde dónde atacarán. Si son educados, que tienen que serlo, contestarán y podremos contrarrestar su ataque y hacernos con la victoria definitiva. 

Y, para celebrarlo, un FIFA. 

sábado, 26 de febrero de 2011

D

Noté que estaba sonriendo y me sorprendí por ello. Levanté levemente la cabeza para ver la hora. Aún no eran las 9. Al bajar la mirada mis ojos se cruzaron con los del hombre que tenía justo enfrente, que mantenía una cara mezcla de cansancio mezcla de sorpresa. No esperas ver sonreír a nadie mientras se ejercita en una máquina de un gimnasio. Los recuerdos pueden ir y volver a cualquier hora, en cualquier circunstancia, bajo cualquier techo, incluso en condiciones de poco oxígeno. 

Incluso el último día.

Horas antes, otras imágenes sin cambiar de protagonista secuestraban mi cabeza y jugaban conmigo. Reconstruir escenas pasadas en el futuro es una tortura que debería estar prohibida. El pasado es subjetivo, el futuro no existe, el presente es efímero. Ahora quizá todo es más fácil de ver. En ese instante, aún con el síndrome de Estocolmo, creí entender del murmullo de alrededor el título de una película: 'La vida es bella'. Bajé la mirada hacia la mesa y negué levemente con la cabeza, mientras se me escapaba una media sonrisa. "Casi", pensé. Casi. 

La vida es ella. 

La noche acabó de arrojar luz sobre el asunto, dejando al descubierto todas las mentiras con las que durante meses conviví, dormí y soñé. Las que estuvieron conmigo incesantemente desde que esta historia de un sólo actor con demasiadas personalidades comenzó. Todas cayeron. Una detrás de otra. Incluso creí escuchar el ruido de su derrumbe en mi cabeza, como si estuvieran hechas de hormigón armado. Sólo la verdad podía acabar con ellas. Ya no había excusas. Ya no había 'y si' posibles. Todos se escondieron entre los escombros de sueños y recuerdos de dudosa credibilidad. 

Era el fin.

"No todo sale como queremos" o "no podemos tener todo lo que deseamos" resonaban en el vacío de mi mente, despoblada de todo lo que solía vivir ahí minutos antes. Y adquirían sentido, mágicamente, de la más estricta nada. El silencio - ¡esos silencios! - era más significativo que nunca. La punzada en el corazón, inevitable, como en todas las despedidas. La melancolía al pensar que su sonrisa - ¡cómo me gustaba verla sonreír! - no podría volver a significar lo mismo. 

Y, sin embargo, sentí cierto alivio. Ninguna historia es completa sin un desenlace. Nadie deja una trama antes del final. Mi mente se aferraba a eso, a la intriga de un final incierto, a un último giro del argumento, a un final feliz y completo. Perfecto. Como en las películas. Ahora ya se dejará de rodar en mis sueños, podrá volver la realidad al casting y comenzará una nueva película. Otra más. No sé cuándo comenzará, quién actuará y cómo acabará, pero ahora eso no importa.

"Tiempo". Pues eso. 

Libre

A veces sólo son necesarias unas palabras, una pequeña conversación con el sol ya durmiendo, para salir de una situación en la que ya llevabas - demasiado - tiempo estancado. Palabras que te tranquilizan, apagan las voces de tu cabeza y ponen a hibernar al lado más imaginativo.

Palabras que te hacen libre.

¡No sabes cuánto lo necesitaba!

domingo, 20 de febrero de 2011

Reto

Algunas gotas empezaron a caer mientras amanecía. El broche perfecto. Amaba tanto correr como la lluvia, además de servir esta como un pequeño respiro al calor que sentía en esos instantes. De todas las cosas que se había propuesto con anterioridad, correr era de la que más orgulloso se sentía. No sólo por el esfuerzo que suponía, sino también por poner su primer tanto a favor en ese marcador tan desfavorable que mantenía - y actualmente mantiene - contra la constancia. Era una victoria tan gratificante como, sinceramente, inesperada.

La lluvia monopolizaba el poco oxígeno que llegaba a su cerebro. Otra de las cosas que adoraba del ejercicio era la niebla intensa que se generaba en sus pensamientos. No podía pensar con claridad, no podía discernir figuras ni problemas, no podía entablar diálogos con su mente, no podía fingir otras voces, ponerse en el sitio de otros, buscar soluciones ni cansarse de estar buscándolas. Su sistema nervioso padecía una desconexión temporal de las funciones superiores, limitándose a permitir la respiración y el movimiento constante de sus extremidades.

No había sitio para nada más. Y eso era perfecto.

El agotamiento comenzó a agudizarse cuando encaró la enésima subida. Sus gemelos emitían protestas en forma de amagos de rampa. Era una señal inequívoca de stop. Notó a su corazón intentando compensar la falta de oxígeno trabajando a un ritmo más rápido, queriendo seguir su paso. Desplazó un par de dedos a su cuello, buscando la carótida. No tuvo problemas para encontrarla. Parecía que todo su cuello estaba latiendo. Intentó contar como le habían enseñado: mediría sus pulsaciones en seis segundos y después multiplicaría el resultado por 10. No se sorprendió demasiado cuando se dio cuenta que no podía mantener la cuenta del tiempo y las pulsaciones por separado, pero por experiencias anteriores podía deducir que estaba por encima de las 180. Quizá más.

Lo que cualquier otro hubiera interpretado como una muy buena excusa para reducir la marcha - o incluso parar - él lo tomó como un reto. Cuando acabara esa subida, podría descansar. No antes. Esa subida representaba todo lo malo que había en su vida y debía vencerla. Él siempre funcionó con pequeños retos, eran técnicas de automotivación para conseguir sus objetivos. Y esa subida no era más que otro estúpido obstáculo en su camino que quería verlo fracasar. Y no podía permitirlo.

Las matemáticas simples - su cerebro no podía darle más en ese momento - lo llevaron a una conclusión empapada de lógica: cuanto más rápido fuera, antes acabaría con ella. Si no subía el ritmo, se eternizaría la subida y acabaría dándose por vencido. Así que intentó mover los pies más rápido, dando zancadas más largas y desobedeciendo completamente a sus molidos gemelos que le proporcionaban ya dolorosos calambres a cada paso. El sudor, mezclado con la fina lluvia que caía, comenzó a entrar en sus ojos, escociendo. Optó por cerrarlos. Sólo debía correr, no hacía falta ver nada. Su corazón, mientras, trazaba una ruta para escapar de su cueva y salir de ese cuerpo que parecía querer acabar con él. La subida parecía no acabar nunca...

Hasta que lo hizo. Notó el final de la pendiente y el ritmo que llevaba en la subida se tornó totalmente inapropiado para el llano, cosa que lo llevó a tropezar y caer con estrépito al frío y húmedo suelo. Por unos segundos, sólo su tórax indicaba que estaba vivo. No tenía fuerzas para moverse, pero lo había conseguido. Había ganado el desafío. Había vencido a sus demonios, esos que encarnaba esa rampa inacabable. Su rostro mostraba una extraña mueca: intentaba sonreír pero a su vez los calambres lo inundaban de dolor.

Cómo volvería a casa en ese estado ya era otra cosa a la que, en ese momento, no tenía ganas ni fuerzas para enfrentarse.

sábado, 19 de febrero de 2011

Ojos

Una de mis películas favoritas es 'El secreto de sus ojos'. Me parece una historia genial, llena de matices y sensaciones, una dosis de genialidad constante que no afloja, sino más bien al contrario, con el paso de los minutos hasta llegar a un final fantástico. Además, tiene un guión sublime con algunas frases que quedan marcadas. Dejo las que más me gustaron:

"Cansado de ser feliz"

"Y ya no sé si es un recuerdo, o el recuerdo de un recuerdo lo que me va quedando"

"Mi vida entera ha sido mirar para adelante. Para atrás no es mi jurisdicción. Me declaro incompetente"

"No piense más. Va a tener mil pasados y ningún futuro"

"¿Cómo se hace para vivir una vida vacía? ¿Cómo se hace para vivir una vida llena de nada?"

"Una persona puede cambiar de nombre, de calle, de cara... Pero hay una cosa que no puede cambiar. No puede cambiar de pasión"

viernes, 18 de febrero de 2011

Caída

Me levanté de la cama tras no dormir. Las horas habían conspirado con los años para pasar lenta y dolorosamente, obligando a cada segundo a eternizarse, de cada pensamiento fugaz una pausada reflexión. No tenía sueño. Quizá tampoco me acordé de él. Lo único que notaba era un entumecimiento extremo, físico y emocional, que no pudo ni reducir la - siempre milagrosa - ducha de agua caliente. No sentía el agua fría. Ni la caliente. 

No sentía nada. Y me pregunto si querría hacerlo. Entonces. Ahora. Mañana.

El día transcurrió entre voces lejanas, casi de otro mundo, sin eco. Olvidadas. Las ondas que se dirigían hacia mí volvían hacia su origen, sin respuesta. Sólo quería tumbarme, no hacía falta que fuera para dormir, hasta que pasara todo, si alguna vez llega a pasar. Sin embargo, ahí me encontraba yo, en una clase. Perdido. Y, en cierta medida, debía estar ahí, como si fuese una especie de castigo personal, como si la parte racional - esa que nunca nos abandona - quisiera regodearse de su victoria mientras buscaba la mejor entonación para bombardearme con el "¿no te lo dije? ¿quién tenía razón?".

La razón siempre acaba teniendo la razón. Me bajó sin paracaídas del cielo y arrastró por la realidad, haciéndomela comer, saborear su amargo gusto para que nunca, nunca más se me volviera a olvidar quién manda. La imaginación debe volar con cometa, atada en corto, nunca suelta, nunca más lejos de lo que pueda llegar a ver. No importa cuán bien quedaba en mi cabeza, cuán bien estuviera todo preparado, cuán bien estudiado cada detalle y posibilidad. La realidad siempre encuentra un atajo, un camino prohibido, se cuela entre los rincones de la inconsciencia y el deseo. Las cosas, por perfectamente planeadas que estén, no saldrán como en el papel.

Con la boca aún llena de realidad, sólo me queda comenzar de nuevo mi andadura por ese túnel tan conocido ya, en busca de la luz que parece huir cuando creo que la puedo finalmente atrapar. Ahora no veo nada. Me has apagado la luz, esa que nunca encendiste, y ahora debo encontrar la manera de poder crearla por mí mismo. Aunque sea con piedras. Esposado a la realidad, con el deseo volando bajo en la otra mano. Intentando sonreír.

No hay nada más duro que obligarse a sonreír. No hay nada más triste que una sonrisa fingida.

jueves, 10 de febrero de 2011

Without

La banda irlandesa U2 sacó al mercado en el 87 la que se convertiría en una de mis canciones favoritas, 'With or without you'. No sólo por la música, no sólo por lo que noto al escuchar a Bono recitando sus estrofas, sino también por su mensaje. Contigo o sin ti, dualismo eterno, sí o no, infelicidad o infelicidad. Un sentimiento que se repite y se aferra a mis pensamientos, impidiendo que cualquier líquido, experiencia o conversación lo elimine completamente. Vuelve siempre, incansable, renovado, intenso, doloroso. Como todo a lo que representa.

Es increíble cómo en unos pocos minutos todo puede cambiar de la sencillez más extrema a una complejidad desesperante, sin solución. La vida sigue, los días pasan y eso sigue ahí, enquistado, cada vez más profundo e hiriente, inhibiendo cualquier decisión, ya sea la valiente o la cobarde, cambiando prioridades según sonrisas y momentos, acabando con esperanzas con palabras sueltas, derrotando los ánimos en el primer asalto de una batalla que se repite infinitamente.

Y el hartazgo que ello me produce no me impide volver, cada segundo, al punto de partida, a buscar otra sonrisa, otro gesto cómplice, otra esperanza para después yo mismo derrotarme cuando no todo sale como había planeado, cuando falta una palabra o sobra otra, cuando esperas una mirada y recibes un silencio, cuando necesitas el silencio y obtienes estruendo, cuando quieres serlo todo y no consigues ser nada.

Y es que las cosas nunca salen como suceden en tu cabeza. Los deseos se pierden en la eternidad de la indecisión. 

domingo, 6 de febrero de 2011

Destello

"La vida pasa demasiado rápido como para pararse a pensar en ella". Esa idea retumbaba en su mente desde que se levantó y parecía no querer irse. No sabía de dónde provenía, quizá era algo soñado y su subconsciente había rescatado ese mensaje y lo había enviado en una botella hacia la orilla de su conciencia. Sea como fuere, parece que la idea había arraigado y no tenía intenciones de desaparecer.

Siguió caminando mientras el cielo corría más que sus pensamientos. Las nubes se aglomeraban sobre su cabeza e intuyó - supo - que las primeras gotas no tardarían mucho en caer. Se fijó en la poca gente que transitaba la calle a esa hora y notó que no era el único preocupado por una posible tormenta. Miró de nuevo hacia el infinito cada vez más oscuro y se convenció de que si corría quizá podía evitar llegar empapado a casa.

Aplicando sus cálculos, comenzó a correr. La fatiga lo invadió pronto. Debía volver a correr regularmente. Lo apuntaría en su - cada día más larga - lista de cosas por hacer. Alguna gota se deslizaba por sus mejillas, creyó que era la lluvia pero no lograba discernir si era esta o el sudor que se acumulaba en su frente perlada. Miró un instante hacia el cielo y confirmó su primera impresión: había comenzado a llover. La intensidad creció de manera casi exponencial en los próximos instantes, reduciendo su visibilidad al suelo que tenía debajo a cada zancada.

Según sus cálculos, debía estar llegando a casa en esos instantes, así que aceleró la marcha. De pronto, escuchó un sonido intenso muy cerca de él. Se detuvo, miró hacia su izquierda y vio venir un destello. Lo último que recordó fue

Sonó la alarma. Cuando consiguió deshacerse de las sábanas, se dirigió, sonámbulo, a la ducha. Tras el frío inicial, el agua caliente se tornó en una bendición. El sueño comenzaba a evaporarse. Abrió los ojos mientras el agua caía, esperando a que su mente acabara de ponerse a punto, como si de un ordenador recién encendido se tratara. Notó que las primeras palabras circulaban por su mente, formando un embrión de idea, de origen desconocido. Quizá lo había soñado o lo habría visto por la televisión, pero parecía bastante intenso.

"La vida pasa demasiado rápido como para pararse a pensar en ella".

III

Estiró los brazos con pereza. El sueño, el aburrimiento y la inmovilidad habían conspirado para llevarlo hasta ese estado de semiconciencia, en el límite de la existencia. La amarga e insistente picada del deber asistía puntual a su cita, pero su mente divagaba por otros derroteros mientras su boca jugueteaba y mordisqueaba el tapón del bolígrafo. Notaba como la visión se le desenfocaba en el blanco infinito del ordenador, sólo interrumpido por algunas líneas de texto, resultando en un efecto casi hipnótico.

El calor de la sala - que contrastaba con el poderoso frío del exterior - parecía susurrarle al oído que se dejara llevar, que bajara las persianas, que diera libertad a sus agotados párpados. El calmado y constante sonido del motor de la nevera y el silencioso zumbido del ordenador comenzaban a parecer cada vez más lejanos, perdidos en otra dimensión a muchos, demasiados, kilómetros de donde él quería encontrarse. El ennegrecimiento de su campo de visión no era buena señal, y comenzó a sentir como sus párpados comenzaban a descender, acariciando sus ojos inyectados en sangre.

La última energía que le quedaba se fue al intentar volver a abrirlos, casi en un acto reflejo, de rebote. Pero cada vez subían menos y el apagón era más rápido. Más dulce. Esos brazos que estiraba en un principio simulaban ahora la forma de una almohada y se antojaban como la almohada más cómoda del mundo. La gravedad no encontró demasiada resistencia en su cabeza y esta inició su caída, imparable, hasta encontrar sus antebrazos. Los ojos ya completamente cerrados, la conciencia hibernando, el deber aplazado. 

Sonrió.

jueves, 27 de enero de 2011

Truco

El truco consiste en decir todo lo que piensas, sin pasarlo por un filtro.

Excepto cuando tienes que decir algo importante a alguien importante. Entonces el filtro, las palabras, los trucos y todo lo demás se va a la mierda. Nada sirve, nada sale, vomitas silencio y te despiertas con resaca de oportunidades perdidas.

martes, 25 de enero de 2011

Entrevistando (V)

Vamos allá con una nueva entrega de la famosa serie de Entrevistando, premiada en Corea del Norte con cinco premios a la objetividad y al valor periodístico. Pobres, qué duro es estar todo el día medio dormido (no he caído en el chiste fácil de decir que tienen los ojos cerrados, estoy por encima de eso). Sorprendentemente, estas entrevistas también han sido nominadas en un par de categorías de los premios Grammy. Alabado por tal noticia, me puse en contacto con la Academia de Operación Triunfo (guardan una estrecha relación) y me dijeron que sólo era para hacer bulto, que igualmente ganaría en todo Justin Bieber. 

Dejando de lado el autobombo y la enorme satisfacción que me supone la trascendencia mundial de estas humildes y espectaculares entrevistas, debemos ir al tema que hoy nos ocupa. Muchos se verán reflejados en esto. Sí, es un espejo. Es nuevo, ¿os gusta? Y, además, el tema de la entrevista será el de los exámenes, que seguro que tienen a más de uno en una situación desesperada en la que el suicidio parece la respuesta d). Sí, la de todas son correctas

Comencemos, sin más demora, la entrevista.

Yo: (con frialdad absoluta) Hola. 
Señor X: ¿No me va a presentar?
Y: ¿A quién? Si esto no lo lee nadie. Usted no existe. Eres yo. Es que estoy muy enfermo de la cabeza, me faltó oxígeno en el parto.
Señor X: Hombre, quizá a algún lector le interese saber quién soy.
Y: ¿Usted cree? A mí me parece un gran nombre 'Señor X'. Podría despejarse a usted mismo. Incluso podría encontrar a qué es igual. Poca gente puede hacer eso.
Señor X: Es por enfocar la entrevista. Así cuando mi madre lea esto sabrá que he salido en la tele. 
Y: Está bien... Con vosotros está un Examinador Anónimo, EA para los amigos, Electronic Arts para los que somos del Fifa. ¿Se queda más tranquilo?
EA: (Saludando a la cámara) Mira, mamá, soy anónimo. 
Y: Ya podemos comenzar supongo. Marque la correcta
EA: ¿Perdone?
Y: Que marque la correcta. 
EA: ¿Perdone?
Y: Que escoja la respuesta correcta. 
EA: Ah, con el sinónimo mucho mejor, ¿a qué?
Y: Eso me pregunto yo cuando veo los exámenes. 
EA: Estoy perdido.
Y: Entonces marque la d. 
EA: ¿Qué d?
Y: La de todas las anteriores son falsas. Ya hay que ser mala persona para poner en todas las preguntas esa opción. ¿NO VÉIS QUE DUDAMOS? ¡MONSTRUOS!
EA: Es todo por la Comisión Nacional del Examen, que nos obliga a poner...
Y: ¡CALLE! 
EA: Vale...
Y: No, que dónde vive.
EA: Ah, en casa. 
Y: Bonita calle. 
EA: Hay mucho negr(CENSURADO). 
Y: Achú-racista-s. 
EA: Jesús.
Y: Gracias. ¿Entonces ya ha decidido cuál va a marcar?
EA: Creo que voy a ir con la c. 
Y: (Levantando una ceja) La C, ¿eh?
EA: No, no, la c. 
Y: Pues eso, la c.
EA: Usted ha dicho la e. 
Y: Era una interjección.
EA: Me está liando.
Y: Nunca. ¿Cuándo ha visto a algún examinador intentando liar con preguntas? 
EA: Es cierto, nunca. 
Y: Ahá.
EA: Ahá
Y: Ahá-há.
EA: Ha perdido la chispa de sus entrevistas. Lo noto. 
Y: Es que duermo poco. Ahora ya no me tengo que maquillar para parecer que tengo ojeras.
EA: Antes eran más divertidas. ¿Qué piensa de ello?
Y: Me pongo demasiada presión. Quiero que cada frase sea buena, ¿sabe? Y eso es imposible. 
EA: La decadencia, claro.
Y: También es culpa suya. Vaya puta mierda de entrevistado. Con cariño y absoluto respeto, ¿eh? No da juego. 
EA: Pero si eres yo. 
Y: ¿Entonces quiere decir que no me doy juego?
EA: No es malinterpretable en absoluto esa frase.
Y: ¿Cómo?
EA: Nada, que tengo muchos exámenes por poner. Creo que se está haciendo demasiado larga...
Y: Eso es lo...
EA: No, ella no dijo eso. Ella es yo también. Y yo eres tú. No hay ella. 
Y: Pero...
EA: No, renuévese. Esta entrevista debe servirle como toque de atención. Es basura. Debe mejorar para la sexta. No se crea que por ganar cuatro premios en Corea del Norte la vida ya está resuelta.
Y: ...
EA: Y, si me disculpa, me voy, que tengo muchos exámenes que poner en una máquina que lo corrige automáticamente mientras me rasco los huevos. 



Entrevistas anteriores (las de la época pre-premios, cuando aún eran buenas) || Entrevistando

lunes, 24 de enero de 2011

Realidades

De repente se encontraba allí, sin saber cómo había llegado. El paisaje le resultaba familiar, aunque no acababa de discernir qué era exactamente lo que estaba viendo. El sol, con sus últimas fuerzas, le permitió ver que estaba en una especie de campo abierto, un terreno de hierba inacabable, que traspasaba el mismísimo horizonte. Una figura se dibujaba en el horizonte, algo difusa. Ella. No sabía qué estaba haciendo allí (de hecho, ¿qué hacía él ahí?), pero estaba seguro de que era ella. Caminó, acelerando el paso al ver que no conseguía reducir la distancia, hasta llegar casi a correr. Finalmente, llegó hasta allí. 

Sin duda, era ella. Pese a estar de espaldas, no podía ser otra. Y estaba sola. Estaban solos. Era el momento perfecto. Dio un paso pero no pudo levantar su otro pie, quedando inmovilizado por los nervios, durante un instante que pareció infinito hasta que, al fin, venció la durísima resistencia de la gravedad para acercarse a la felicidad que representaba esa bella figura. No podía tener otro resultado toda vez que ya estaba allí. Tenía que resultar. 

Llegó a estar a una distancia tan corta que la ligera brisa que desordenaba su pelo - ese pelo - llevaba alguno de estos hasta su cara. De repente, se giró. Aunque esperaba que se asustara, parecía que había estado esperando. Esperándolo. Entreabrió sus labios, pero él fue más rápido. "So--Sólo déjame hablar un momento, es importante" comenzó, sintiendo las manos frías, como si fueran de otra persona. Ella no dijo nada, pero cerró los labios y le pareció ver un leve gesto con la cabeza de asentimiento. 

"Sólo quiero decir... decirte... No sé cómo empezar. Llevo mucho tiempo esperando poder ser capaz de decirte esto, necesito hacerlo. No es fácil...". Ella mantenía la mirada fija en sus ojos, inalterable su expresión ante los nervios de él. "Eres tú. Quizá es la peor declaración de la historia, pero es que todo en lo que puedo pensar es eso. Tú. Eres la que consigue que las mañanas sean menos duras, que el sueño desaparezca con tu recuerdo, que el sol brille si llueve, que llueva si hace sol, que no pueda dormir por las noches y que la noche se haga eterna si consigo arrancarte una sonrisa. Eres tú la única que puede alegrarme el más horroroso de los días y también tú la que puede destrozar el más hermoso. Miro constantemente a mi alrededor y no consigo ver nada, sólo a ti, omnipresente en la conciencia y en el sueño. Y cuando te miro siento que todo lo demás se apaga, pasa a un segundo, tercer, enésimo plano, sin importancia, silenciado por tu presencia. Y soy feliz. Esos segundos en los que estás respirando el mismo aire que yo, soy tremendamente feliz. Cada instante en el que sonríes queda grabado, como un tatuaje, imborrable, en mi memoria. Y sólo puedo desear con todas mis fuerzas alargar esos momentos un segundo más, un instante más de felicidad antes de que las nubes, los miedos, desconfianzas, problemas... Antes de que todo tape el sol, mi mundo, la felicidad. Tú."

Se notó temblando y con el corazón acelerado, aunque pareciera que estuviera muy lejos de allí. Ella seguía impasible y todo el optimismo que le había llevado hasta unos escasos centímetros de ella se desvaneció en ese silencio que inundó el infinito. El mundo había callado, el viento había amainado esperando oír su voz, momento que parecía que nunca llegaría. Tuvo instintos de arrancar a correr tan rápido como pudiera cuando vio, por un instante, movimiento en sus labios. De pronto, todo ese silencio se tornó un sonido estridente, inagotable, repetitivo. Sin sentido. No podía escuchar lo que decía, si es que estaba hablando. Se giró, buscando la fuente del sonido, a lo que ella respondió siguiendo su mirada. No podía distinguir cuál era el origen de ese...

Abrió los ojos, cogió el móvil y apagó la alarma. Suspiró mientras, inmóvil, miraba sin ver hacia el techo de la habitación. Después de unos segundos, se levantó y se dirigió a la ducha. Otro día emergía.

Sólo que este tampoco iba a ser el día. 

II

La madrugada, el café o el flexo que brilla incansablemente, qué sé yo, me traen de vuelta a casa. Esbozo una media sonrisa al recordar, en estos momentos, esos juegos de la infancia en los que podías decir ¡casa! y ya nada pasaba. ¡Cómo ha llovido desde entonces! La simplificación - felicidad - máxima de los niños de que casa es sinónimo de tranquilidad, inalterabilidad. Seguridad. Tiempos que no volverán, casas que nunca fueron un remanso de paz.

Dejo atrás durante unos instantes al ejército de apuntes que me escolta a cada paso que doy. Incluso sin moverse, siempre dan con la forma de estar presentes en cada segundo. Los he despistado con la falsa sensación de haber acabado, aún sabiendo que si alguien me preguntara por la última frase escrita sólo podrían responder mis hombros. NS/NC como respuesta para todo. Como lema. Indecisión como traje a medida, como una segunda piel.

Echo de menos la rutina, levantarme a una hora determinada por obligación, ver, oir y sentir a la gente alrededor, olvidar que mi único compañero en esta habitación es el leve y constante sonido que hacen los incansables ventiladores del ordenador. ¡Quién tuviera su constancia! Me doy cuenta de que no puedo seguir mucho más así al encontrarme que, por un instante, he deseado ser ventilador de ordenador. Mal asunto.

Y aún quedan tres largas - eternas - semanas. Esto no puede acabar bien.

domingo, 23 de enero de 2011

Eco

Miraba unas hojas, sentado en ese banco. La vio salir. En su cara no se dibujó la sorpresa. Notó una cierta aceleración en sus latidos, pero nada comparable a lo que en otro tiempo fue. Ella tampoco lo esperaba. Se miraron, los dos sonrieron. Quizá - seguro - algo forzadamente. Se sentó a su lado. Él giró la cara, mirándola, con su media sonrisa. Esa sonrisa. Nada que ver, tampoco, con la que fue. Como si fuera uno de esos anuncios del antes y el después. Sólo que, por esta vez, el antes era mejor. 

Se fue como llegó. ¿De qué hablas con alguien con quién no necesitabas hablar para hacerlo? ¿Qué palabras escoger cuando las formalidades de los qué-tales y los cómo-va-la-vida se agotan? ¿Por qué ese pinchazo, esa sensación de mentir, esa punzada de la conciencia, detrás de cada "me alegro" cuando realmente sí quieres hacerlo? Sólo que no puedes. O no puedo. Dejé departir al silencio mientras me dejaba llevar por el eco de su voz. 

Cuando volví al mismo sitio que, físicamente, nunca dejé, ya no estaba. Un alivio pasajero dejó sitio a una sensación familiar de desazón y agotamiento, encontrándome con 20 años pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor, incluso aquellos momentos no recordados. Especialmente los no recordados. Esos recuerdos sin resaca, esa felicidad sin contrapunto, la sonrisa sin hipotecas, la total seguridad de vivir ese momento y que él no volverá a ti para hacerte daño, como un bumerán cualquiera, que no te perseguirá en una carrera perdida de antemano. Los recuerdos retumban en el infinito. Siempre te atrapan.

Y, por felices que sean, encuentran, una y otra vez, la manera de hacerte daño.

jueves, 20 de enero de 2011

Frustración

Otra vez aquí, llevado a esta orilla silenciosa por el café y las pocas ganas de estudiar. Necesito escribir algo diferente, nada que tenga que ver con exámenes, estudios, estrés. Y todo en lo que puedo pensar son exámenes, estudios y estrés. Bah, qué más da. Estoy seco de ideas y eso parece que no va a cambiar por mucho esfuerzo que le ponga.

Querer no siempre es poder.