Comer en el McDonalds es uno de esos pequeños placeres que la humanidad debería preservar. El día que vas sin cinturón a comer, feliz, sin remordimientos. La gran sonrisa que se nos dibuja en la cara al ver la gran M, letra que resulta en una bonita analogía de la calidad de sus alimentos. Sentir que nuestro hígado protesta, resignado, ante la faena que le espera.
- ¡Por favor, no! Haré lo que quieras, quemaré más grasas, seré mejor con el alcohol. ¡Por favor! ¡Por favoooooooooor!
- ¡Cállate! Eres mío, me perteneces. Puedo y debo putearte en todas y cada una de las maneras que se me ocurran.
- ¡¿Dónde quedan los derechos humanos?! ¡Nadie es de nadie! Además, si me jodes a mí, te jodes a ti y...
- ¡Encima con chantajes! ¿Quieres que beba? ¿Eh? ¿Quieres que beba hasta que quede en coma? ¿Quieres trabajar como un negro? ¿Eso es lo que quieres, no? ¡Porque puedo hacerlo!
- ...
Después de ganar la batalla a mi hígado, entré feliz. Me tocó hacer cola. Pasa algo gracioso con el McDonalds y sus colas. Siempre, siempre, tienes que hacer cola. Es inevitable, como la gravedad (excepto en Rusia, donde fue abolida en 1985). De hecho, un día entré en un McDonalds, no vi cola, fui a llamar a mi madre para contárselo y cuando acabé - tras sólo media hora - ya tenía delante a 15 personas y a un chino (al que convencí para que me colara por estar por encima de él en la cadena alimenticia).
Y al llegar al mostrador, te entran las prisas del último momento. ¿Qué pedir? ¡Todo tiene tan buena pinta en esas imágenes tan reales! Un McPollo, un BigMac, el siempre agradable Happy Meal...
- Ensalada para mí.
- ¡Cállate, estúpido hígado!
Al final siempre te decantas por la comida que más grasa tiene. Ya que vas al McDonalds, que has llamado a tu familia para despedirte (nunca se sabe) y que has reservado cama en el hospital, hay que elegir la especialidad de la casa. La decepción por recibir una hamburguesa que no podía ni ser la hermana pequeña de la de la imagen pasa al instante de dar el primer mordisco. Notas un festival de sabor, una orgía de sabores a fritos varios, el suicidio de la conciencia y el grito desesperado del hígado viendo como las grasas van bajando y se acercan irremediablemente. Que se joda.
Felicidad.

Y el Mc Flurry? Cómo has podido olvidarte del Mc Flurry? xDDDD En ese momento te pinchas y no es el fibrinogeno sino la glucosa lo que tapa la herida xD
ResponderEliminarVoy a flagelarme con gomaespuma por haberme olvidado el helado. No merezco vivir, el próximo día que hagamos una electroforesis meto la mano en el bote del bromuro de etidio y a la mierda todo.
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