Sonámbulo aún, cogió un folio y empezó a escribir. Los pensamientos lo habían perseguido, de nuevo, esa noche y cerrar los ojos no ayudaba en nada a escapar de ellos. Había dado vueltas en la cama, buscando una posición en la que quedaran silenciados, con nulo éxito. Cansado, física y emocionalmente, se puso las gafas a través de las cuales pudo ver el mundo con la ayuda del inagotable fluorescente, envidioso de la luna que brillaba a través de los cristales en esos instantes, ligeramente eclipsada por una nube.
Deslizó sus pensamientos a través del desgastado bolígrafo y notó un leve placer al notar el contacto de la punta con la fina hoja de papel y ver nacer las primeras letras. Ese delgado trozo de plástico era el intermediario entre sus sueños y sus pesadillas, el encargado de vaciar su mente y darle paz en la ya casi eterna guerra civil entre la razón y el corazón en la que vivía permanentemente. Las palabras tardaron un poco en brotar pero salieron, poco después, como un torrente. Y el tiempo voló.
Y pensó, pensó y volvió a pensar, y todo ello lo anotó en un papel que posiblemente no volvería a ver o rompería al acabar o la mañana siguiente. Y apuntó que esperaba ser la última vez que apuntara. Y escribió que quería que fuera la última vez que la escribiera. Y subrayó que odiaba ser incapaz de dejar de subrayar su nombre. Y sintió que todo lo que entonces escribía volvería mañana, y pasado, y seguramente el próximo y el que viniera detrás de ese. Y deseó desear acabar, deseó dejar de ser capaz de pagar hasta la última moneda, de dar hasta la última pertenencia, por hacerla sentir, sólo por un minuto, tal como ella lo hacía sentir cada vez que la miraba.
Sólo por un minuto.
Y suspiró al darse cuenta que esto era lo más lejos a lo que iba a llegar, que era lo único a lo que podía aspirar, que esto acabó antes de haber comenzado. Y creyó convencerse de que quizá era mejor así, sólo para poder dormir unos minutos esa noche, aunque mañana al levantarse las mentiras se desvanecerían juntamente con las sábanas. Y volvió a consolarse pensando que, por largo que fuera el camino, ya quedaba un día menos hasta acabarlo, hasta que dejara de sentirse tal como lo hacía en esos momentos.
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