lunes, 24 de enero de 2011

Realidades

De repente se encontraba allí, sin saber cómo había llegado. El paisaje le resultaba familiar, aunque no acababa de discernir qué era exactamente lo que estaba viendo. El sol, con sus últimas fuerzas, le permitió ver que estaba en una especie de campo abierto, un terreno de hierba inacabable, que traspasaba el mismísimo horizonte. Una figura se dibujaba en el horizonte, algo difusa. Ella. No sabía qué estaba haciendo allí (de hecho, ¿qué hacía él ahí?), pero estaba seguro de que era ella. Caminó, acelerando el paso al ver que no conseguía reducir la distancia, hasta llegar casi a correr. Finalmente, llegó hasta allí. 

Sin duda, era ella. Pese a estar de espaldas, no podía ser otra. Y estaba sola. Estaban solos. Era el momento perfecto. Dio un paso pero no pudo levantar su otro pie, quedando inmovilizado por los nervios, durante un instante que pareció infinito hasta que, al fin, venció la durísima resistencia de la gravedad para acercarse a la felicidad que representaba esa bella figura. No podía tener otro resultado toda vez que ya estaba allí. Tenía que resultar. 

Llegó a estar a una distancia tan corta que la ligera brisa que desordenaba su pelo - ese pelo - llevaba alguno de estos hasta su cara. De repente, se giró. Aunque esperaba que se asustara, parecía que había estado esperando. Esperándolo. Entreabrió sus labios, pero él fue más rápido. "So--Sólo déjame hablar un momento, es importante" comenzó, sintiendo las manos frías, como si fueran de otra persona. Ella no dijo nada, pero cerró los labios y le pareció ver un leve gesto con la cabeza de asentimiento. 

"Sólo quiero decir... decirte... No sé cómo empezar. Llevo mucho tiempo esperando poder ser capaz de decirte esto, necesito hacerlo. No es fácil...". Ella mantenía la mirada fija en sus ojos, inalterable su expresión ante los nervios de él. "Eres tú. Quizá es la peor declaración de la historia, pero es que todo en lo que puedo pensar es eso. Tú. Eres la que consigue que las mañanas sean menos duras, que el sueño desaparezca con tu recuerdo, que el sol brille si llueve, que llueva si hace sol, que no pueda dormir por las noches y que la noche se haga eterna si consigo arrancarte una sonrisa. Eres tú la única que puede alegrarme el más horroroso de los días y también tú la que puede destrozar el más hermoso. Miro constantemente a mi alrededor y no consigo ver nada, sólo a ti, omnipresente en la conciencia y en el sueño. Y cuando te miro siento que todo lo demás se apaga, pasa a un segundo, tercer, enésimo plano, sin importancia, silenciado por tu presencia. Y soy feliz. Esos segundos en los que estás respirando el mismo aire que yo, soy tremendamente feliz. Cada instante en el que sonríes queda grabado, como un tatuaje, imborrable, en mi memoria. Y sólo puedo desear con todas mis fuerzas alargar esos momentos un segundo más, un instante más de felicidad antes de que las nubes, los miedos, desconfianzas, problemas... Antes de que todo tape el sol, mi mundo, la felicidad. Tú."

Se notó temblando y con el corazón acelerado, aunque pareciera que estuviera muy lejos de allí. Ella seguía impasible y todo el optimismo que le había llevado hasta unos escasos centímetros de ella se desvaneció en ese silencio que inundó el infinito. El mundo había callado, el viento había amainado esperando oír su voz, momento que parecía que nunca llegaría. Tuvo instintos de arrancar a correr tan rápido como pudiera cuando vio, por un instante, movimiento en sus labios. De pronto, todo ese silencio se tornó un sonido estridente, inagotable, repetitivo. Sin sentido. No podía escuchar lo que decía, si es que estaba hablando. Se giró, buscando la fuente del sonido, a lo que ella respondió siguiendo su mirada. No podía distinguir cuál era el origen de ese...

Abrió los ojos, cogió el móvil y apagó la alarma. Suspiró mientras, inmóvil, miraba sin ver hacia el techo de la habitación. Después de unos segundos, se levantó y se dirigió a la ducha. Otro día emergía.

Sólo que este tampoco iba a ser el día. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario