La inspiración puede venir por muy diversos caminos. Es una diosa caprichosa, que se esconde y que nunca se deja encontrar. Ella es la que te encuentra a ti. Es la que rompe mi muro de ateísmo, la que me hace creer, en ocasiones, que hay algo más, que hay cosas que simplemente se salen del canon de la naturaleza, cosas que no son normales, no pueden serlo, demasiado perfectas, incorruptas, inocentes, como si no pertenecieran realmente a este mundo, que se erigen entre la imperfección dominante y destacan, por unas cosas o por otras, entre todas los demás.
La inspiración más potente puede venir por una simple foto. Te proponía en la anterior entrada que, como parte esencial del blog que eres, también colaboraras enviando algún enlace de alguna imagen que hubieras visto por la red y te hubiera gustado. Mientras la envías, pienso en alguna foto que realmente ejerce como una especie de fuente de inspiración, de deseo de escribir y de plasmar mis sentimientos en este horrible y amado blanco al que me enfrento cada vez que intento crear alguna entrada nueva.
Pero cuando tienes una imagen tan vívida en la cabeza, el blanco deja de ser un problema. Tus dedos se mueven solos, como si fueras una máquina. Comienzas a escribir sin darte cuenta, tus manos se van moviendo vertiginosamente, intentando seguir el ritmo frenético al que tu cabeza las somete. Sonrisas radiantes, llenas de felicidad, de esas que desearías con todas tus fuerzas verlas a cada segundo, de esas que podrían convertir la noche más cerrada en uno de esos días de verano con el cielo azul intenso, sin ninguna nube en el horizonte y con el sol tan grande que parece que vaya a bajar a la tierra. Seguramente fuera esa su intención, bajar y ver más de cerca esa felicidad, esa mirada cálida, despreocupada, feliz, sencillamente fascinante, y hacerla brillar más aún.
Habrás oído decir cientos de veces que una imagen vale más que mil palabras. Hay imágenes a las cuales, ni con más de 1000 palabras, se les hace justicia. Hay imágenes que, sencillamente, parecen de otro lugar, mucho más perfecto que este en el que vivimos tú y yo, un sitio imperfecto, lleno de tristeza, desesperanza, odios y envidias, lo mismo da. Pero viendo algunas instantáneas, logras olvidarte por completo de la imperfección imperante y piensas, ni que sea mientras la miras, que quizá el mundo no esté tan mal si ella puede tener esa sonrisa, esa mirada, y esa luz, incorruptibles, inconfundibles. Inspiradoras.
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