miércoles, 9 de junio de 2010

Vanidad

La mayoría de las veces, por no decir todas, me siento delante del ordenador sin saber qué voy a escribir. Sólo llego a vislumbrar la frase siguiente a la que escribo, alguna palabra suelta, alguna idea descolgada que puedo recoger e intentar aderezarla, sin saber a qué me llevara o cómo continuaré. Sólo espero que se me ocurra algo para llenar la pantalla, algo con el más mínimo de los sentidos, que tenga algo de coherencia., que explique algo que pueda interesarte para que vuelvas otra vez, para que dejes tu opinión.

Toda persona que tiene algún perfil público en Internet es, en cierta manera, vanidosa. Si no quieres que digan nada de ti, no dejas datos, no escribes tweets, no tienes Facebook. Con los blogs pasa algo parecido. Así que sí, nos interesa qué puedan decir de nosotros, qué piensas tú al leer esto desde otra localización. A nadie le gusta hablar a un puñado de píxels, esperas una respuesta, algo de feedback a tus entradas. Algo que demuestre que, en efecto, hay alguien que lee tus tonterías, esas cosas que a uno mismo importan tanto y que el otro mira con indiferencia. No nos conocemos, así que ¿por qué deberías leer lo que escribo? Y aún así, quiero que lo hagas. Quiero una respuesta. A veces me siento como si fuera de la NASA, enviando señales al espacio sin recibir respuesta.

Quiero saber que no estoy solo aquí.

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