miércoles, 9 de junio de 2010

Pasividad

Miro hacia la ventana, echo una rápida mirada a los apuntes que tengo bajo mis brazos, y me concentro en el blanco de la pantalla. Ese blanco que, como ya te he dicho alguna vez, me da pánico y a la vez me reta. Esta vez, le acepto el duelo. Quiero convertir el blanco en algunas palabras, pocas, suficientes para descargar algo mi cabeza, agobiada por exámenes, entusiasmada con ideas absurdas, demasiado cansada para escribir algo de provecho. No obstante, una vez cojo el guante, no lo dejo. No voy a dejar que el blanco me gane una vez más, aunque tú tengas que sufrir las consecuencias del escrito.

En época de exámenes siempre me acabo odiando. Sé que tengo que estudiar, sé que la beca, que es lo que me da de comer últimamente, depende de ello. Sé que tendría que cerrar el ordenador, concentrarme y estudiar hasta que los ojos se me cerraran de puro cansancio. O hasta que se desvaneciera el efecto de la cafeína. Pero aquí estoy, enfrentándome a una hoja. Buscando cosas con las que perder el tiempo, sintiendo una sensación de tranquilidad irreal por dentro. A mi yo del presente le gusta delegar funciones a mi yo del futuro. El futuro se lo traga todo, o eso es lo que dijo ella.

Bah, qué más da. En el fondo me gusta ser así. Después veo que lo que una vez fueron 10, ahora son 7; lo que fueron 8, ahora son 5. Me cabrea durante un tiempo, que cada vez es más corto, y luego doy paso a la indiferencia. Siempre me he considerado competitivo, no me gusta rendirme ni ir a un examen a buscar un 7, o un 5, pero tampoco merezco más. Soy un apasionado del último instante, me entusiasman los nervios que se sienten cuando te quedan horas para un examen y te faltan temas por mirar, me enamora dejar todo para el final. Y mientras, pierdo el tiempo. Y cada vez me molesta menos. Hasta que suspenda alguna.

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