jueves, 18 de noviembre de 2010

Memoria

Se tumbó en la cama e intentó rememorar la escena. Acudió a su amiga de confianza, la memoria. La llamaba para sus adentros amiga porque le decía siempre lo que quería escuchar. ¿Quién quiere un amigo que te diga la verdad de las cosas? Se dispuso a oír lo que tenía que decirle. Cerró los ojos para escuchar mejor y comenzaron a fluir las palabras a través de las imágenes. Una imagen vale más que mil palabras, pero una imagen que no las evoque no tiene ningún valor. 

Le encantaba cómo su vieja compañera deformaba la realidad a su antojo. Sí, estaba seguro de que la escena había transcurrido así. No pensó, en ese instante, que la escena iba acabando a cada segundo que transcurría y que nunca más iba a revivirla tal como fue. Nadie vuelve de entre los muertos ni esperando tres días. Lo que estaba viendo, escuchando, sintiendo, era una cosa falsa, distante de lo que en realidad pasó, edulcorada. Fascinante. 

Se recreó en los mejores momentos. "Repítemelo de nuevo", susurró a su propio oído. Y ella - él -, lo - se - complacía. Al terminar, abrazó a su compañera de viaje, que vivía porque nunca quiso vivir sin ella. Vivía porque nunca quiso desprenderse de la dulce voz que narraba lo que él quiso que pasara y nunca pasó, la sonrisa que nunca existió como tal y la mirada cómplice que creó en sus recuerdos. Vivía porque nunca se planteó que viviría más sin revivir lo que vivió. 

Vivía porque nunca fue capaz de asumir que el único momento que existe es el mismo en el que respiras. 

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