jueves, 10 de junio de 2010

Insuficiencia

Blaise Pascal dijo una vez que "el corazón tiene razones que la razón desconoce". No sé bien bien como funciona el tema de las emociones, más allá de lo puramente científico: recibimos estímulos, los procesamos y ofrecemos una reacción a ellos casi inmediatamente (aunque a veces nos cueste más). También sé que esa sensación de tontería tan bonita (como mínimo desde dentro) que se tiene al estar enamorado, se debe en parte a la secreción de algunas hormonas en niveles diferentes a los que son usuales. El cerebro, ese gran olvidado cuando hablamos de amor, por tanto, es el gran encargado de esa sensación de 'amor', aunque los pinchazos los recibamos en el corazón.

Mi intención no es quitarle la magia al sentimiento, nada más faltaría. Quién soy yo, además, para decirte qué debes sentir o explicarte por qué sientes lo que sientes. Si la sensación de enamoramiento se debe únicamente a estímulos y reacciones químicas, realmente no quiero saberlo, mi concepción romántica del amor se iría al garete. Prefiero seguir siendo ingenuo, soñador, ignorante, 'atontado' si prefieres la palabra. Tiene que haber algo más que la pura y fría química en las relaciones humanas. No puede ser todo tan instintivo. Me niego a creerlo.

Hace tiempo, leí una definición fantástica en la RAE del término amor. Se me ocurrió buscarlo porque, no sé si tú podrás, pero a mí se me hace imposible definirlo, como con muchas otras sensaciones, aunque especialmente ésta. Te copio la definición:
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
 Me pareció, y lo sigue haciendo, una definición maravillosa, teniendo en cuenta que estamos hablando de intentar poner palabras a sensaciones humanas. Me encanta en especial el fragmento en cursiva "partiendo de su propia insuficiencia" seguido de "necesita", y me sorprende, entonces y ahora, que en un diccionario se apele a la necesidad del ser humano de encontrar otro semejante por necesidad sentimental y no reproductiva. Porque, mirándolo fijamente, no nos necesitamos más que para seguir manteniendo viva la especie. 

Evidentemente, lo prefiero así. Lo creo así, además. No he experimentado más felicidad en mi vida que cuando la compartí con alguien en quien pensaba a cada segundo de mi, entonces, completa vida. Ella era la pieza del puzzle que faltaba, la pieza central sin la que no se puede entender el dibujo de mi existencia. Ese dibujo que, ahora, vuelve a estar desfigurado, ininteligible, vacío y sin sentido a pesar de tener todas las otras piezas, algunas encajadas con más fuerza que otras. 
Suelo tener discusiones en las que defiendo que, para ser completos, necesitamos a alguna otra persona a nuestro lado. Me contestan que se puede ser feliz por uno mismo. También podemos caminar con una pierna y levantando la otra, por poner el ejemplo más simple, pero eso no significa que no echemos a faltar la otra extremidad, ésa que nos da equilibrio, fuerza, confianza, serenidad. En mi opinión, sólo aquellas personas que no han experimentado amar y ser amadas pueden comparar la felicidad de uno mismo con la de tener pareja. No hay color. Somos, como dice la magnífica acepción de la RAE, insuficientes por nosotros mismos. Incapaces de encontrar la felicidad. Infelices. 

Pero, como diría el gran Freddy Mercury en la intemporal 'Somebody to love', "I ain't gonna face no defeat".

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