Hay veces, demasiadas, que me sorprendo pensando en el mañana. Hay veces, más aún, en las que me encuentro construyendo mis castillos de arena, sus ventanas, sus puertas y hasta los pasillos interiores también en el mañana, en el futuro. Noto como paso de vivir en el mundo a flotar en un mundo creado por fantasías, incertidumbres, medias verdades, palabras perdidas, dudas resueltas y miedos inexistentes. Porque el mañana es perfecto...
Como todas aquellas cosas que no existen más allá de nuestra mente. Claro que existe el mañana, pero en la mente de cada uno, como una sensación más o menos lejana, un espejismo que logramos crear para distraernos del presente. Pero el mañana en sí, no existe. No hay nada más adelante, el segundo siguiente al que estoy escribiendo no existe hasta que lo vivo, hasta que esas décimas se escapan, momento en el que ese segundo deja de existir también para acumularse en nuestro trastero, llamado también pasado.
No quiero vivir más en un sitio que no existe, que me hace perder tiempo y ganas, que me hace crear ilusiones vacías, esperanzas infundadas, vidas paralelas que no puedo vivir. No quiero vivir en el 'Y si...', me niego a gastar más segundos, más décimas, centésimas, milésimas, diezmilésimas de mi corta vida en pensar qué sucederá mañana. Qué le den al futuro. Es hora de vivir ya en el mundo real, de echar a esos inquilinos del castillo, de detonar al propio castillo y de construir mi vida en este mismo momento y no en el siguiente. Porque hoy es lo único que tenemos. Este segundo es el único en el que estamos viviendo y sería una pena malgastarlo pensando en el siguiente. ATPC.
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