martes, 12 de abril de 2011

Sol

Miré hacia el cielo, azul. El sol se erigía, imponente, en aquella tarde de abril. Me pregunté si alguien se había dado cuenta del secuestro de la primavera. O si a alguien le importaba. Observé a mi derecha como dos chicos se disputaban una pelota en la hierba, cuyo verde intenso junto a la imagen del cielo ofrecían una fabulosa vista de verano. A mi izquierda, toda una legión de chicas tumbadas, boca abajo, recibiendo los incansables rayos de un sol de abril con complejo de agosto, caluroso y egoísta, que no comparte el cielo con ninguna nube por miedo a que le robe protagonismo. 

Centré la mirada y la vi, y ya no pude ver nada más. La dulce brisa jugueteaba con su pelo, iluminado de manera especial por la luz solar, creando una imagen casi de divinidad. Las flores que volaban se entrelazaban entre sus mechones, queriendo empaparse de ella, tocarla, sentirla durante esos instantes con los que el caprichoso viento las había bendecido hasta que se las llevara a cualquier otra parte. La vida parecía detenerse a su lado, contemplándola, deseando compartir la felicidad que irradiaba su mirada, haciendo sombra al sol.

Se giró hacia mí, sonriendo. El aire que corría insistía en llevar algunos afortunados pelos a su cara, pelos que ella apartaba suavemente con la mano. La observé mientras ella creaba una especie de escudo con su mano situándola en un costado de la cara para evitar que su cabello se posara delante de sus ojos. Sonreí al verla sonreír. Quise tomar de ella una fotografia mental, parar el tiempo en ese instante, saber que no se puede ser más feliz que viéndola sonreír a mi lado, vivir para lograr que nunca deje de hacerlo, que nunca se apague la felicidad que emana de ella.

Deseé no saber que todo acaba, me convencí que el único momento que importa es en el que se respira y que, mientras yo siguiera respirando, trataría, como fuera, de conseguir curvar sus labios una vez más y que, mientras lo hiciera, no importaría el segundo siguiente porque de ese ya me encargaría más tarde, en ese futuro que no existe. 

No perdería mis segundos con ella persiguiendo al horizonte. 


1 comentario:

  1. Que ganas de ser ella por tan solo unos instantes. Me encantó ;).

    ResponderEliminar