sábado, 3 de marzo de 2012

Futuro

Raro es el día en el que despertamos y no vemos noticia alguna sobre recortes. Basta con buscar recortes en Google para ver que, en los resultados, salen enlaces a noticias acompañados de un aclaratorio apellido: hace x (10, 12, 16...) horas. Es decir, cada pocas horas hay noticias nuevas sobre futuros ajustes en España, a saber: una planta de quirófanos cerrada en Barcelona, 2000 millones recortados en Educación en dos años, la alcaldesa de Madrid pronosticando más recortes... Todo esto ha pasado en las últimas 24 horas, puedes hacer la prueba tú mismo. 

Otra de las noticias destacadas es la siguiente: sociedades científicas y, en general, gente que vive del sector de la investigación aseguran que los recortes son una "bomba letal" para la investigación.  Los recortes en I+D sólo en este año son del 8,5% respecto al año anterior. De esto ya mucho se ha dicho y creo que la gran mayoría coincide en que recortar en desarrollo es dispararse en el pie. No diré más del asunto, seguro que encontrarás miles de opiniones al respecto que lo expresen mucho mejor que yo.

Yo quiero contarte mi experiencia personal. Sé que existe el peligro en este punto que dejes de leer y hagas cualquier otra cosa de provecho, pero sólo te robaré unos minutos. Recuerdo que entré en 2008 a la universidad, eligiendo la carrera de Biotecnología que ofrecía la UAB. La investigación siempre me ha llamado y además esta disciplina parecía llena de futuro. Realmente, así es: es uno de los sectores con más crecimiento mundial y crece en España a un ritmo del 15% anual, tres veces más que Alemania y cinco veces más que EEUU, aunque el volumen de facturación sea muchísimo menor. 

Si en el siglo pasado intentamos descubrir cómo funcionaba la vida (con descubrimientos históricos como el de la estructura del ADN), este es el siglo en el que intentamos mejorarla desde su misma raíz. Pasamos de ser espectadores a arquitectos, de creyentes a ingenieros, adoptamos un papel activo respecto a la creación. Coincidirás conmigo al decir que nuestro conocimiento de la vida y de las soluciones que la evolución ha seleccionado nos han permitido mejorar nuestro nivel de vida. 

Hoy, casi cuatro años después de mi primera clase universitaria, me encuentro acabando el último curso de la carrera. Dejando a un lado mis expectativas iniciales y las realidades constatadas, si hay algo de lo que no me puedo quejar es del nivel educativo del que he gozado estos años. He tenido el placer de escuchar a grandes profesores y de aprender con ellos. Un placer, dicho sea de paso, que sólo ha sido posible gracias al Estado. 

Y es aquí donde quiero llegar. La matrícula de mi carrera cuesta unos 9000€ anuales, de los cuales yo sólo tengo que pagar alrededor de 1200. En realidad, ni eso: nunca he pagado la matrícula. Ni los 36.000€ que en realidad vale ni los cerca de 5000 que tendría que haber pagado. Todo gracias a las becas, las cuales llevo aprovechando desde hace unos 8 años y cuya cuantía no ha parado de subir. Allí donde mis padres no llegaban, lo hacía la famosa beca del ministerio. Y como yo, tantos otros que han gozado, gozan y gozarán de una educación de alto nivel que, sin las becas, nunca se hubieran podido permitir.

En resumen, España invierte anualmente millones y millones en la formación de talento. Se forma una deuda moral: qué menos que intentar devolver todo lo que se ha invertido en mí, es decir, aprovechar lo aprendido para generar beneficios y crecimiento. Cuál es la sorpresa - y la decepción - que me llevé al saber que el futuro propio y el de muchos compañeros seguramente no pase por seguir aquí, sino en emigrar. Falta una estructura potente capaz de absorber el elevado número de especialistas que se producen. España se ha convertido en una fábrica de cerebros de la cual otros países se aprovechan y sigue una tendencia que no hace presagiar un cambio a corto ni medio plazo. 

Sólo aquellos estudiantes más brillantes optan a becas para quedarse a investigar. Es decir, intentas que aquellos que pueden acceder a más acepten un futuro etéreo construído sobre castillos de arena. ¿Cómo convences a alguien que tiene una media de 9 en una carrera para que se quede a investigar? ¿Qué futuro puede esperar una persona así de brillante que ve como día sí y día también se recorta en su campo? ¿Trabajará 10 horas al día cobrando poco más de 1000 euros durante 4 años para intentar sacarse un doctorado sabiendo que otros países ofrecen un abanico de recursos mucho más amplio? ¿Y qué hacemos con aquellos estudiantes que no lleguen a ese nivel? Y, lo más importante, ¿cómo medimos el nivel? ¿Es una nota capaz de definir lo que podemos hacer y cuán bien lo haremos? ¿Es esta sociedad moderna, que ha abandonado el determinismo, capaz de creer que una nota define a una persona?

Así, nos encontramos con un panorama desolador: aquellos estudiantes que no llegan al nivel - entendámoslo por nota, pues así es hoy en día - deben emigrar para encontrar oportunidades (que sí tendrán en otro país) mientras que aquellos con una gran nota preferirán decantarse por aquellos proyectos donde tengan al abasto más recursos (proyectos que, dicho sea de paso, escasean en un país en el que el nuevo gobierno tiene el dudoso honor de que su primer recorte aplicado fuese en I+D). Y, mientras tanto, la previsión de crecimiento de España es del -1% del PIB para 2012.

¿Qué estaremos haciendo mal?

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